A Gerardo Islas lo conocí en la campaña de Eruviel Ávila en el Estado de México en 2011, por recomendaciones de Mario Alberto Mejía. Eran mis inicios en los medios de comunicación y venía del desempleo, luego de que cerrara El Columnista.
Fui testigo en primera fila de su habilidad para relacionarse en todos los grupos políticos, del cariño que le tenía en ese momento la poderosa “maestra”, Elba Esther Gordillo, entonces líder vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de México (SNTE).
En esos meses que duró el proceso electoral, tuvimos varias reuniones, tanto con “la maestra”, como con su hija, la fallecida Mónica Arriola, pues ella coordinaba parte de esa campaña desde Nueva Alianza….en fin.
Al regresar a Puebla, trabajé un tiempo con él en sexenio y después de grillas internas, seguí solo como corresponsal en CNN México.
En abril de 2019 nos volvimos a hablar, ya en otras condiciones, él como diputado local y yo como directora de MTP Noticias. Estaba enojado por una nota que publiqué sobre el aumento exponencial de su patrimonio tras su paso como secretario de Desarrollo Social en los gobiernos de Rafael Moreno Valle y Antonio Gali.
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Incluso ofreció una rueda de prensa en el Congreso local, no para desmentir nuestra información sino para justificar que en transparencia le habían “mochado” parte de los documentos, en los que especificaba qué bienes formaban parte de su herencia, como parte de su declaración patrimonial al inicio de esa legislatura.
Después, Gerardo entendió que no había nada personal, que él era un funcionario y yo una reportera con todo el derecho de observar, dar seguimiento y criticar su labor en el servicio público.
Así también tomó otro reportaje que publicamos en MTP Noticias en julio de 2019 sobre el presunto desvío de 17.6 millones de pesos que estaban destinado a los damnificados del sismo del 19 de septiembre de 2017.
Gracias a esa publicación se inició una carpeta de investigación pero no prosperó en la Fiscalía General del Estado de Puebla.
Aquí regresamos a la habilidad de Gerardo en tratar de convencer el porqué no tomó ni un peso de esos fondos. Me lo dijo a mí, y sé que con todo y su pizarrón se lo fue a explicar al entonces gobernador Miguel Barbosa. Y así, quedaron las cosas.
Ahora Gerardo Islas está muerto. Muchos dicen que no es bueno hablar sobre quienes ya no se pueden defender, otros, que la muerte no debe santificar a nadie.
Yo creo que sí hay que hablar de lo bueno y de lo malo (que creemos) fue la persona. Al final de cuentas, nadie puede borrar la historia.
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A Islas Maldonado le gustaba hablar sobre su muerte. Se imaginaba esa despedida con mucha gente a su alrededor, porque estaba seguro que sembraba más amigos que enemigos.
“Con muchos recuerdos. Es así como quiero terminar mi vida”,
le dijo en una entrevista al periodista del corazón, Alberto Tavira de Cuna de Grillos, quien era su amigo.
A pocos nos gusta hablar sobre el día de nuestra muerte. Como reportera he hecho esta pregunta de manera constante a varias personas, la mayoría se niega, prefieren no imaginar el día final. Les causa dolor solo de pensarlo, cuando es lo único que tenemos seguro.
El exgobernador Miguel Barbosa, por ejemplo, habló conmigo sobre su muerte y hasta sobre el epitafio que tenía escrito.
Regresando al fallecimiento de Gerardo Islas, se fue como quiso: viajando, con muchos mensajes de cariño, y siendo tendencia durante tres días en Twitter.
Sus cenizas fueron repatriadas este domingo 5 de febrero a México. Sus amigos planean rendirle un homenaje en Puebla este lunes 6, pero aún no definen el lugar.
Para el martes 7, Pedro Haces, el cofundador del partido Fuerza por México le organiza otra despedida en el restaurante Arroyo, ubicado en Tlalpan, en la Ciudad de México, a las 19:00 horas.
Buen viaje Gerardo.