La junta auxiliar Ignacio Zaragoza luce abarrotada de gente sorprendida, confundida y enojada que está formada en una fila infinita que inicia en la entrada del Sexto Regimiento Blindado de Reconocimiento de la 25 Zona Militar, sube a la calle Miguel Hidalgo por tres cuadras para bajar en la Primero de Mayo, da vuelta en la Emiliano Zapata para dirigirse la calle Doctor Gonzalo Bautista Castillo y concluir hasta la a calle 5 de Mayo, una fila enredada para recibir la tan peleada segunda dosis antiCovid.
¿Complicado? Pues se veía aún peor con miles de abuelitos parados sin poder ir al baño y sin asistencia médica.
La zona con más aglomeraciones fue la calle Migue Hidalgo, que estaba a un lado del campo militar, pues había una fila de bajada y otra en la subida; la calle Gonzalo Bautista fue cerrada por las propias personas mayores de 60 años, quienes ante el desorden se rehusaban a separarse uno de los otros, pues hubo varios que se metieron a la fila, robando el lugar de quienes sí llegaron a tiempo.
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Sobre la calle iban regresando las personas que ya constataron que la fila era interminable y exclamaban enojados:
“Esto está de la chingada, pésima organización, ¡¿cómo nos hacen esto?!” y otras más decían “No vamos a llegar nunca a la entrada, hay muchísima gente, mejor vámonos, ya no quiero la vacuna”.
Esa era la señora Teresa Palafox de 63 años de edad, quien a primera hora de la mañana fue a formarse al IMSS Hospital Zona 20 La Margarita, pero ante el cambio de módulos, la enviaron a este punto, el 6to. Regimiento Blindado de Reconocimiento, pero al ver la inmensa fila, prefirió retirarse.
“Una comadre que me dijo que desde la seis estaba aquí, pero no ha bajado, por eso yo dije ‘yo ya me voy’, imagínate esperar todo esto, que está en forma de viborita, todo enredado, ¿a qué hora voy a salir de aquí? mejor me voy”.
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Respecto a qué haría sin la vacuna, dijo que se formaría ella y su esposo el sábado, ya que desconocía la logística por letra inicial de su apellido y los horarios por edad.
“Yo no puedo estar tanto tiempo parada y ahorita me estaban diciendo otros señores que traen horarios y no sé cómo están, nadie da ninguna información, preguntamos a dos policías y nadie nos dice nada”.
A las 12 de la tarde, el sol comenzó a salir de las nubes grises y las personas que pensaron que iba a llover y compraron sus sombrillas con los anticipados ambulantes, ahora las abrían para protegerse de la insolación.
Ante la desinformación y la negación de la misma por parte de los policías y militares, las personas despistadas le preguntaban preocupadas cuál era la logística y dónde conseguían la dosis Pfizer a los medios de comunicación que hacían sus reportajes con cámaras y celulares.
A lo lejos se escuchó un estruendo, eran dos automóviles que ante la espera y distraídos por las peleas entre las señoras y los militares, chocaron por alcance, uno quitó su freno y retrocedió hasta chocar con el de atrás, pero ante la urgencia por no perder su lugar, solo bajaron a ver los daños y priorizando la dosis, por lo que se subieron de nuevo a sus vehículos para avanzar.
Ahí comenzó la pelea que ya se veía venir entre las personas formadas sobre la calle Migue Hidalgo, a un lado del campo militar, donde estaba la entrada y hacían la figura tipo “viborita” pues muchas personas desesperadas y que se negaron a formarse hasta 10 cuadras después, se empezaron a meter a la fila.
Llorando, Miriam, la hija de una persona mayor que estaba formada, evidenció la mala organización de la vacunación.
“No se me hace justo que el gobierno esté haciendo esto, hay muchos adultos discapacitados formados, bajo el sol, otros vienen solos y tienen que pasar por esta calle, dar la vuelta y todavía subir la rampa para vacunarse. Mira ese señor no tiene nada que ver y nos está organizando, ¿Qué necesidad? Si tenemos gobierno quien nos podría apoyar y no solo aventarnos para que nos vacunemos”.
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La fila no se movía, la gente comenzó a pelear y las calles parecían procesiones religiosas, Semana Santa o una ida a la villita, mientras que los militares estaban más preocupados porque los reporteros no grabaran la fila, más preocupados que por ayudar a poner orden o a informar.
En la tienda de la esquina a la entrada del campo militar estaba Ángela, quien estaba hincada atrás de su papá en sillas de ruedas porque “tiene mala la cadena”; ella llegó a las 8:30 de la mañana y tuvo que cruzar medio campo militar caminando y empujando la silla para poder llegar al punto de vacunación, pues las vías alternas estaban cerradas y la zona para recibir la dosis “hasta arriba”.
Le llegó una llamada y le contó a su hermana:
“Papá ya está vacunado, apenas salí, me tardé cuatro horas, falta vacunar a mamá, pero esto esta terrible, terrible, le toca hasta el segundo regimiento, pero estamos descansando, subir la rampa fue un infierno”.
Con enojo preguntó “¿Por qué no dejaron la vacunación en Ciudad Universitaria?, ahí dejaron pasar a mis papás juntos, había más espacio. Estaba mejor allá, la gente iba y nos preguntaba ‘¿En dónde le toca?, le toca allá’ y aquí ni quien nos pele”.
Las inconformidades no dejaban de escucharse y las nubes cubrieron nuevamente el cielo, la lluvia estaba por agravar más la vacunación, que estaba por convertirse en una pesadilla.