Hace nueve años Ismael Torrentera, licenciado en Informática, dejó su natal Panotla en el estado de Tlaxcala y se mudó a Ucrania, donde se casó y actualmente vive refugiado en un sótano en la ciudad de Kiev, ante los ataques de los que son víctimas por parte de Rusia.
Sin dormir y con los nervios a flor de piel, es como ha permanecido los últimos cinco días, desde que la tranquilidad en la que vivían se vio invadida por sirenas y bombardeos.
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“Tenemos improvisado el sótano, por si algún momento llega el ataque de cualquier índole. Apenas son un par de metros por debajo de la superficie. La gente ha improvisado espacios para estar y de momento cualquier sonido nos causa un poco de nerviosismo”, dijo a medios locales.
Hace un par de meses la sobrina de Ismael, Mitzi, quien es ingeniera en Biotecnología, llegó a vivir con él y su esposa. Actualmente ellos y otros familiares están resguardándose unos metros debajo del edificio donde vivían, ante el temor de que hay un ataque.
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El joven tlaxcalteca reconoce que ha tenido el apoyo del gobierno de México y de su tierra natal, sin embargo, considera arriesgado salir con su familia y buscar refugio en la frontera de Polonia o de otra ciudad, pues las estaciones del tren están saturadas y un viaje de ese tipo es de al menos siete u ocho horas en automóvil.
“Hubo una invitación del gobierno mexicano para retirarnos, pero muchos optamos por quedarnos. Hay mucha aglomeración en la estación del tren, que es una de las vías más prácticas para salir de la capital. La situación no es tan buena pero tampoco podemos llamar alarmante”, aseguró.
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Por momentos, Ismael corta la comunicación, pues a lo lejos dice escuchar detonaciones y prefiere callarse para cerciorarse que no sea cerca de donde se encuentra.
Insiste en que tiene miedo y está nervioso. Aunque quiere responderle a todos los que lo buscan en su teléfono, no puede hacerlo, pues por seguridad está reservando al máximo la batería de su celular para utilizarlo cuando sea necesario.
Las noches resultan eternas para Ismael, quien opta por no quedarse dormido para poder vigilar que no haya explosiones cercanas. La última noche apenas pudo dormir dos horas, pues una explosión cercana lo despertó a las cuatro de la mañana.
“De noche el miedo es más latente, el nervio ni se diga. No hemos podido descansar en los últimos días. Me quedo más tarde despierto para vigilar, para escuchar. Esta mañana a un kilómetro de nosotros nos despertó una explosión a las 4 de la mañana al parecer el derribo de un avión y al caer se incendió un edificio”, contó.
Consideró que lo que se ve en las noticias o medios de comunicación no es completamente lo que ocurre en esta ciudad, pues afirma que donde se encuentra a 30 minutos de la capital, hay personas y autos en los estacionamientos.
