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“La muerte, es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”. J. Guadalupe Posada.

Para los mexicanos las festividades de noviembre -Día de Muertos- invitan a una doble reflexión, hacer un llamado a la permanencia de las tradiciones y costumbres y a afirmar con cada acción nuestra mexicanidad. El primero de noviembre se celebra uno de los días netamente religiosos donde los países de tradición cristiana celebran la festividad de Todos los Santos, digamos santos conocidos y desconocidos, pues ser santo no exigía características especiales.

Esta festividad se cree que inicia con el papa Gregorio IV con el objetivo de “anular” las festividades paganas de los pueblos germanos.

Cabe mencionar que el Día de Todos los Santos no es lo mismo que el Día de los Fieles Difuntos o mejor conocido como Día de Muertos. Este último se celebra el día 2 de noviembre. Ahora bien, este segundo momento tiene su origen en la tradición prehispánica de guardar los cráneos de los muertos como trofeos. La tradición dice que los muertos van llegando cada doce horas del 28 de octubre al 2 de noviembre, es por ello que, en cada hogar el calendario varía.

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Lo que resulta maravilloso de las celebraciones es la serie de elementos festivos que se desprenden de ella; por ejemplo la elaboración de Calaveritas Literarias escritas preferentemente en versos octosílabos aun cuando no existe un rigor dentro la métrica formal; las estrofas suelen ser de cuatro versos cuya característica principal era el uso del humor con una pizca de burla que se utilizaba como crítica social para señalar a algún noble personaje.

Este género popular hace referencia al memento mori (recuerda que puedes morir) y posee el mismo significado que las Calaveritas de Azúcar que tienen el nombre de las personas. Ambos son recordatorios de que algún día moriremos.

Otro elemento que hoy día sigue popularizándose por todo el mundo es La Catrina, figura femenina elaborada en 1910 por José Guadalupe Posada y bautizada posteriormente por Diego Rivera. El nombre original fue La Calavera Garbancera, formada por los tradicionales esqueletos femeninos, con colores, flores y toques de una mujer que tenía vida en las altas esferas sociales.

Diego fue quien dio los toques afrancesados dando cuenta de la situación social que se vivió en el siglo XIX y principios del XX e hizo una fuerte crítica a la sociedad que marginó a los garbanceros (indígenas) que dejaron de vender maíz para vender garbanzos. La Catrina y Los Catrines fueron la imagen satírica de muchos mexicanos que por presiones sociales vivieron una realidad que no les correspondía, renegando de su sangre indígena.

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Otro elemento tradicional de estas fechas es la elaboración del Altar de Muertos que fusiona la tradición ornamental prehispánica con la tradición católica. Estos se colocan en tres o cuatro niveles que representan al mundo terrenal, al cielo, y el tercer o cuarto nivel simboliza la cúspide celestial.

En cada uno de los niveles los altareros colocan elementos acordes al nivel que están haciendo referencia, por ejemplo, en el primer nivel, es obligado colocar la imagen del difunto reflejada en un espejo, junto a la foto la comida, bebidas y los “lloroncitos” (imágenes de cerámica) que representan a los deudos sufriendo; en el segundo nivel se encuentran angelitos, la Virgen María y adornado todo con velas; en el tercer o cuarto nivel se coloca una cruz, representa el mundo celestial.

Estos tres ejemplos se vuelven parte del discurso que nos definen como mexicanos. Festividad, ornamentos, música, alegría, comida, ironía, flores, colores, sabores, olores entre otros se vuelve el común denominador de nuestro ser mexicano y ser en el mundo.

Por Mayra Sánchez G./ @mayrusmayrus7

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Mayra Sanchez

Mayra Sánchez

Académica, feminista, escritora, ensayista, apasionada por la literatura universal, defensora de los derechos humanos. Es autora de numerosos artículos sobre género, violencia vicaria, democracia y...