teatro del pueblo
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José Zenteno/ @PepeZd

Tercera de tres partes

Está por demás el reconocimiento a la eficacia del estilo populista de López Obrador. El resultado electoral, el apoyo político a su gobierno y el control que tiene sobre las masas son una obra increíble. Ningún presidente de los últimos 7 ha logrado niveles de aprobación superiores al 80 por ciento como es el caso de Andrés Manuel López Obrador (de López Portillo para atrás no había encuestas confiables). ¿En qué se basa el apoyo popular a su gestión? ¿Cuál es el secreto detrás del éxito? La respuesta es simple: ha sido consistente con su estilo de hacer política.

La consistencia es el sustento de López Obrador; si critica los excesos de los otros, él se presenta modesto y austero (come en fondas y compra su café en el Oxxo); si señala la corrupción de sus adversarios, él cuida que no se le vincule con ningún escándalo de malversación de dinero; si el presidente tenía avión privado, él viaja en vuelos comerciales; si el presidente usaba trajes caros, él aparece con un traje desalineado y arrugado; si los demás hablan con cifras y datos estadísticos, razones financieras y complicadas tesis, él habla de la realidad de la gente y utiliza un lenguaje sencillo que conecta con emociones. La consistencia en el estilo de hacer política de López Obrador se convirtió en realidad a los ojos del “pueblo” que él mismo constituyó como actor político.

Aquí me detengo para hablarle directamente a los fervientes seguidores del presidente de la República: este análisis no se trata de poner en duda la veracidad de lo que significa Andrés Manuel López Obrador para muchos de ustedes. Percepción es realidad y con eso basta, si ustedes lo creen es suficiente para que sea verdad. Por favor relájense y sigan leyendo sin prejuicios ni rencores.

El arranque del sexenio consistió en actos simbólicos pero profundamente significativos para su pueblo. El uso del Jetta blanco como vehículo en su toma de posesión; las consultas populares para cancelar el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco y para “autorizar” los programas asistenciales, ambas decisiones que implican ingentes sumas de dinero; la consulta a la Madre Tierra para “autorizar” la construcción del Tren Maya; el destierro del avión presidencial “que no tiene ni Obama”; la apertura al público como museo de la residencia oficial de Los Pinos junto con un innecesario escándalo por la ausencia de unas obras de arte (la cosa no pasó a más porque se supo que estaban bajo resguardo de la Secretaría de Hacienda); la reducción de sueldos a todos los funcionarios públicos del Estado Mexicano para que “nadie gane más que el presidente”; la cancelación del pago de pensiones a los ex presidentes de México; y últimamente el cierre de los ductos que transportan gasolina como supuesta estrategia para combatir el “huachicol” que dejó sin combustibles a medio país.

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Lo anterior produce la percepción de un presidente que logra mucho, “más que los 5 anteriores” en solo 2 meses de gestión. Una vez más es la consistencia: en campaña los significantes vacíos sirvieron para motivar la indignación colectiva y delimitar el campo popular, en el gobierno son las primeras acciones que verifican el triunfo del pueblo sobre la “minoría rapaz” del anterior régimen, me refiero al aeropuerto, el avión presidencial, la cancelación de pensiones a ex presidentes, la residencia oficial de Los Pinos, etcétera. Consistencia entre la comunicación de campaña y las acciones de gobierno, así de simple es la narrativa.

La estrategia de comunicar en todo momento y sin tregua comienza desde la rueda de prensa mañanera hasta la entrevista en televisión nacional por la noche. A diferencia de sus antecesores que mantenían distancia de las cámaras y los micrófonos de la prensa para evitar posibles errores y un desgaste innecesario, el presidente López Obrador obtiene el crédito que buscaba haciendo precisamente lo contrario. Sánchez Galicia (2018) lo expone de la siguiente manera:

“Una de las preocupaciones de los gobiernos es la escaza o nula capacidad que tienen para establecer la agenda pública. Andrés Manuel López Obrador ha demostrado lo contrario. A su paso como jefe del gobierno, del entonces Distrito Federal, encontró la fórmula correcta y para evitar el uso indebido de los recursos públicos en su promoción personal, ha utilizado el esquema de conferencias de prensa para evitar violar el artículo 134 constitucional”, el cual prohíbe la propaganda para promover la imagen de los funcionarios públicos.

La realidad más allá de la percepción dista mucho de haber cambiado con respecto al México del régimen anterior.

Los actos simbólicos generan aprobación pública pero no implican resultados que trasciendan en el tiempo. Incluso muchos de los cambios no generan ahorros al erario público, sino que se convierten en pesadas cargas para el presupuesto actual y futuro del país, un ejemplo de ello es la cancelación del aeropuerto de Texcoco.

Los estudiosos refieren que el populismo se trata de hacer vivir una experiencia, casi onírica, de una nueva relación del pueblo con el poder. La gente cree que tiene el poder de decidir y desplazar a la clase política, por eso las consultas que simulan democracia participativa. No es preciso resolver sino hacer creer que se resuelve con soluciones simples, del sentido común popular. En el estilo del populismo la gente estará feliz por un tiempo, sentirá que triunfa a pesar de que todo siga igual o peor.

La magia está en mantener viva la idea del enemigo corrupto quién será el culpable de todos los males, no las medidas simplonas “del pueblo”. En el populismo no se extraña el juicio ni la razón porque hay una “razón superior” que es acabar con la herencia del enemigo, sin reflexionar la conveniencia o la eficacia de las medidas instrumentadas.

El comienzo ha sido positivo para la causa obradorista gracias a que sigue un guión populista al pie de la letra. Nadie puede reclamarle al presidente que no haya cumplido lo que tantas veces afirmó en sus años de campañas políticas. Sin embargo, los recursos simbólicos al igual que la novedad de la comunicación un día se van a agotar y se convertirán en parte de la rutina.

Los años habrán de transcurrir y ya no bastará con culpar a los que se fueron, la responsabilidad por los resultados será exclusivamente de López Obrador. Llegará el tiempo en el que la seguridad, los muertos, la pobreza, el crecimiento económico, la prosperidad de las familias, la justicia, las libertades individuales y el Estado de Derecho serán los temas de la agenda ciudadana, y no el aroma de corrupción del régimen anterior.

Así como todo tiene un principio, también un día tendrá un final. Existen ejemplos de posibles finales en otros países. Venezuela es uno de ellos, Rusia, Ecuador y Estados Unidos son también otros casos de regímenes políticos que llegaron al poder como movimientos populistas. Ninguno de esos regímenes ha concluido pero ninguno es lo que dijo ser (en futuras entregas podremos analizar cada caso).

Lee: Mitos y realidades sobre el populismo obradorista (segunda parte)

No me gusta decirlo pero es verdad, ninguno de esos movimientos políticos es ejemplo de más democracia, más prosperidad, más justicia. En todo caso, sus poblaciones viven hoy bajo regímenes más autoritarios. Como mexicano deseo que el país prospere y sea ejemplo en el mundo gracias al gobierno de López Obrador, como analista tengo serias dudas de que eso sea posible.

Al menos el inicio del sexenio muestra a un presidente excepcional en el manejo político de las situaciones, consistente, gran comunicador, pero no tiene límites y no le importan los costos de sus decisiones mientras sirvan al propósito de conservar el apoyo popular.

LA VILLA
MTP Noticias

José Zenteno

Director de MAS DATA. Investigador de percepciones y preferencias públicas.