Bienvenido a Marco Polo, un hotel de Wuhan en china, atormentado por la epidemia de neumonía viral, la recepcionista se esconde, el restaurante no sirve comida y el personal evita a los clientes.
En el epicentro del coronavirus, en una ciudad aislada del mundo, el cinco estrellas es uno de los pocos establecimientos de la ciudad que no ha cerrado sus puertas, pese a la puesta en cuarentena de la ciudad y el miedo al virus, sigue atendiendo a sus escasos clientes.
Pero al entrar, algo no encaja: la recepción está desierta y un silencio contrasta con los adornos del Año Nuevo chino, en el que celebran la llegada del año de la rata.
En el establecimiento a orillas del Yangtsé, con una decoración moderna, los clientes brillan por su ausencia y el personal lucha como puede contra el aburrimiento… cuando no se encuentra simplemente de descanso forzado en una sala.
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Control de temperatura
La amenaza del virus marca el protocolo. Los residentes deben usar una mascarilla incluso en el interior del hotel, como cuando se aventuran en la ciudad, y cada una de sus salidas es objeto de sospecha, en particular los periodistas que pueden haberse acercado a lugares contaminados, como los hospitales.
A cada salida y llegada, un guardia toma sistemáticamente la temperatura de los clientes para detectar una posible neumonía. Los clientes deben rellenar un formulario sobre sus desplazamientos anteriores. Una de las preguntas es: “¿Ha estado usted en contacto con un paciente aquejado de coronavirus durante los últimos 14 días?”, o sea el período de incubación máximo.
‘Como si viera un fantasma’
El establecimiento, con 356 habitaciones, suele estar “lleno al 80%” durante este período, uno de los más concurridos por las festividades de Año Nuevo, afirma a la AFP un empleado que ha pedido conservar el anonimato.
Pero hoy solo veinte clientes se hospedan en el hotel, asegura. En su mayor parte, personas que han quedado atrapadas en la ciudad por las medidas de confinamiento que prohíben cualquier salida por carretera, tren o avión.
Solo dos de las 34 plantas acogen a los huéspedes, el restaurante está cerrado para evitar contagios. Las comidas se sirven en las habitaciones.
“Cuando abrí la puerta, la camarera de piso colocó la bandeja en el suelo y huyó como si hubiera visto un fantasma”, cuenta un cliente de América Latina.
‘Ningún sitio a donde ir’
“Estamos todos en el mismo barco (…) por la salud de los clientes y la del personal, no podemos correr riesgos”, declara un empleado, con la cara protegida por una mascarilla.
El personal asegura que la cocina del hotel está activa en los últimos días para alimentar a los hospitales de la ciudad.
“Es lo mínimo que podemos hacer en estos momentos” para ayudar, dice un empleado.
Algunos establecimientos de la ciudad incitan a sus clientes a irse y otros rechazan nuevas reservas, el hotel Marco Polo aplica la misma medida de precaución.
“Conocemos a nuestros clientes actuales, pero aceptar a alguien del exterior sería demasiado arriesgado porque no sabemos si estuvo en contacto con enfermos”, justifica un empleado.
“Tampoco podemos cerrar el establecimiento porque los clientes no tendrían a donde ir”.
Crédito: rfi