Riegos en internet
Publicado enOff The Record

Estampas de un hombre de radio

Ignacio Juárez

Una camioneta, otros dicen que un automóvil, lo subió violentamente. Adentro, lo amenazaron con atentar contra su familia. “¡Ya bájale, cabrón!”, dicen que le dijeron.

Luego, lo echaron del vehículo.

Javier López Díaz se levantó, se sacudió la ropa y dio gracias a Dios por seguir vivo.
Como todos lo vimos, nunca le bajó.

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“Mira, Nacho, ven a ver. Es un Ovni. Se ve clarito”. López Díaz y el equipo en la cabina observaban la pantalla de una computadora.

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En efecto, un objeto extraño volaba sobre el volcán Popocatépetl.

Asentí con la cabeza, pero no deje de pensar que era una jalada.

La frase que siguió, me dejó dubitativo. “Nacho ha de decir: ‘Este loquito’. Así son los de La Jornada”.

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Fermín García Hernández, jefe de información de La Jornada de Oriente, tiene una de las mejores anécdotas sobre Ovnis con López Díaz. En Veracruz, un buen día, aparecieron inexplicables marcas en cultivos. El suceso conmocionó a muchos. Fermín recibió la instrucción de que se alistara a cubrir un hecho sin precedentes. Cuando se enteró de lo que iba se encontró como felino encerrado. A regañadientes se fue a cubrir la nota.

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Una gran olla de barro con atole y una tamalera a reventar esperaba a un costado del escritorio de la asistente de López Díaz. El mensaje que dejó el remitente era único: “Desde el mercado de La Acocota le mandamos saludos, Licenciado López Díaz. Siempre lo escuchamos. Que Dios lo bendiga. Atentamente. Doña X”.

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Eran los días en que el escándalo por la detención de la periodista Lydia Cacho tenía tumbados en la lona a los marinistas. Los poblanos éramos “los preciosos” y habíamos asistido a la tunda nacional que le dieron a Mario Marín Torres.

Como una forma de contener la embestida, el equipo de comunicación social organizó una reunión con dueños y directivos de medios de comunicación. El mensaje era ratificar que las voces que aparecen en los audios del escándalo no eran reales; que la inocencia se demostraría, que todo era un complot.

La mayoría de los asistentes preguntó muy cómodamente al mandatario los pasos a seguir. Una voz se alzó entre los comensales. López Díaz, palabras más, palabras menos, les leyó la cartilla a los marinistas. La estrategia era equivocada, nadie la creería. Una disculpa pública era esencial.

El tiempo le dio la razón.

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El luto que existe por el deceso del querido Javier López Díaz nos trajo de vuelta a la realidad. Un comentario en las redes me dejó la claridad en dos cosas: los poblanos nunca pensamos qué sería vivir sin López Díaz y su ausencia mostró la verdadera crisis que enfrenta el cuadrante local.

Por Ignacio Juárez Galindo / @ignacio_angel

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