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“Mi vida ha sido sobrevivir”: Miguel, el joven que dormía debajo del puente de la Línea 12 del Metro

Tras el colapso de una estructura de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, salieron a la luz varias historias de las víctimas del accidente, pero también resaltó la historia de Miguel Ángel Córdova Córdova, joven en condición de calle que vivía debajo de un puente en la estación Olivos y quien contó a Ruido en la Red parte de su vida y cómo vivió la experiencia la noche del incidente.

La reportera Vanessa Farías Maya de Ruido en la Red lo entrevistó en la ‘zona cero’ al día siguiente del desplome de la trabe que dejó 25 muertos y más de 70 heridos.

Aquella entrevista cambiaría todo, tanto para Angie, como para Vanessa, ya que mostraron una realidad que pasa desapercibida en el día a día de la gran ciudad.

En la primera entrevista y que se viralizó en redes sociales, Miguel o ‘Angie’ como le gusta que le digan, contó que era de Tabasco y llevaba 10 años viviendo en la Ciudad de México.

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Con gran elocuencia, contó que la noche del accidente él y otros compañeros que también viven en condición de calle, estaban cerca de la estructura que colapsó, pero sobrevivieron.

“Eran más o menos como las diez de la noche y se escuchó como si tronara un fierro, pero cimbró bien feo, tronó y se movió y nosotros salimos corriendo, ni siquiera pudimos sacar nuestras cobijas, cuando de repente íbamos corriendo y nos caemos porque se vino el cimbradero grande y se vio como se vino el metro hacía abajo en dos, se hundió, una desesperación de gente horrible, no le deseo a nadie que lo vea, no me gusta platicar de esto porque lo que viví fue horrible”.

El “elocuente joven que conquistó las redes de todo México”, como lo describe Vanessa, efectivamente había captado la atención tras la entrevista en la que habló incluso de política al señalar que las autoridades solo “buscan llenarse los bolsillos” antes que comprar materiales de buena calidad para evitar tragedias como la del pasado lunes.

Conquistó las redes de todo México

De ese primer encuentro, creció el interés por saber más de Angie, por lo que Vanessa y sus compañeras se dieron a la tarea de buscarlo en la zona de la estación Olivos.

Luego de tres horas lograron dar con él y contarle sobre lo que estaba sucediendo a partir de la entrevista del día anterior. Lo invitaron a comer y ahí platicaron de varias cosas, muchas muy íntimas y también su miedo. “Dijo que había gente aprovechada que le decía cosas por conveniencia”, señaló la reportera en Twitter.

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De ese encuentro se desprende una segunda entrega de Ruido en la Red en la que Angie cuenta más detalles sobre él y de lo significativo que resultado que se sepa su historia.

“Mi vida ha sido sobrevivir, siempre sin hacer daño a nadie”

Angie, dice que prefiere que le digan a sí porque su nombre le trae malos recuerdos de su infancia. Eligió su nuevo alias en honor a su abuela, una persona que le enseñó muchas cosas como tejer hamacas y de quien mantiene en sus recuerdos con mucho cariño.

Tiene nueve hermanos y dice recordar con mucho cariño a su madre Micaela Córdova Bernal, a la cual también extraña.

Tiene actualmente 36 años, pero desde los seis salió de su casa en Nacajuca, Tabasco y se aventuró en un tráiler que lo llevó hasta la zona del Lago de Texcoco. Recuerda que el chofer le dio un billete, que en ese entonces valía diez pesos, con los que compró un refresco y dos pesos de galletas de animalitos.

Lleva 10 años viviendo en Tláhuac, pero en su andar ha pasado por Tamaulipas, Nuevo León y Salamanca, en Guanajuato, donde vivió varios años en un asilo llamado San Vicente. Ahí trabajó, estudió la primaria y descubrió su gusto por la lectura ya que “devoraba” los libros de Sor Juana Inés de la Cruz, Teresa de Ávila y otros autores.

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A los 16 años se fue a Tijuana, donde le dieron trabajo dos meses de trabajo por dar de comer a puercos en un criadero, labor por la que ganaba dos pesos al día.

Tiempo después conoció a la cantante Ana Barbara en un jaripeo “con ella viví experiencias muy hermosas, que lo que no viví en mi niñez, ella me lo recompensó a los 16 años, con mucho respeto, fue mi gran madre, después de la otra”.

“Soy feliz con cinco pesos”

Mencionó que cambia de lugar cada vez que se siente intranquilo, pero que ahora ya se siente cansado. “Soy feliz con cinco pesos”.

“Un peso de tortilla, un peso de chilito y creo que , no es maldad si me acerco a una cocina, les pido que me regalen un poquito de sal y si me encuentro un limón, ya me hago dos tacos, me sobran dos pesos más para comprarme un Tag o un Zuko, consigo agua de las gasolineras y me hago una botella de refresco y con eso aguanto todo el día en lo que junto mis latas y mis botellas y me siento feliz.

“La tristeza la llevo por dentro, hay cosas que el cerebro nunca olvida, pero dice un dicho ‘ni le hagas tanto caso a tu motor, ni a tu cerebro, porque éste con éste se pelean cada rato , dale por su lado a cada quien y sigue moviendo el esqueleto”.

También se dice amante de la música de Amanda Miguel, de Rocío Jurado y películas de la India María, Cantinflas, entre otros gustos.

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Contó que hace dos años se quedó dormido y del cansancio no se dio cuenta de que llovía y granizaba. Cuando se percató, sus cobijas estaban empapadas y en ese tiempo tenía una herida en el muslo, ya que defendió 50 pesos que se había ganado en el día de otras personas que se lo querían quitar.

A pesar de las circunstancias se levantó y comenzó a juntar botellas de pet, afortunadamente logró recolectar varios kilos y venderlos muy temprano. Sacó 60 pesos con los que se compró unos Chetos, una atole de amaranto y se metió a un café internet para ver una película de la India María “El Coyote Emplumado”.

Crédito: El Universal

Por @MTPNoticias

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