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Planeación y políticas públicas como bases de gobierno

Este hecho se suma a la desaparición de cuatro arroyos más que descendían de los volcanes Ixtaccíhuatl y Popocatépetl
Columna de Alberto Jiménez Merino
Alberto Jiménez Merino Créditos: Diseño MTPNoticias

Como para conmemorar el Día Mundial de Tierra 2023, esta semana nos enteramos que la comunidad de Santa María Acuexcomac, del municipio de San Pedro Cholula, en Puebla, el pasado 21 de marzo, declaró formalmente extinto su gran manantial público.

De acuerdo con Norma Marcial, en El Sol de Puebla (22 abril 2023), este hecho se suma a la desaparición de cuatro arroyos más que descendían de los volcanes Ixtaccíhuatl y Popocatépetl, y cruzaban por los municipios de Nealtican y San Jerónimo Tecuanipan cubriendo sus necesidades de agua.

Esta es una grave noticia porque de esa región viene el agua para la zona metropolitana de Puebla.
Pero la falta de agua y la ausencia de su tratamiento y reúso, son apenas un ejemplo de las grandes necesidades nacionales que se han venido postergando a través de los distintos gobiernos, de antes y de ahora, sin ninguna diferencia.

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Indiferentemente, la falta de agua se ha encubierto mediante el abasto con pipas, así como también el desmesurado crecimiento de la industria del agua embotellada y el alto consumo de bebidas edulcorantes.

El consumo de agua embotellada en México supera los 60 mil millones de pesos anuales y el de refrescos es muy superior, de acuerdo con diversos investigadores.

La pobreza, el deterioro ambiental, la inseguridad pública, el sobrepeso, la obesidad, la atención a escuelas, el desarrollo de infraestructura y servicios públicos como carreteras, agua potable, pavimentación de calles, electrificación, financiamiento o atención al campo, siguen siendo pendientes en la agenda nacional y ausentes de la política pública.

Es cierto que al igual que en las familias, nunca hay presupuesto que alcance.

Sin embargo, todo gobierno debe decidir en algún momento, previo al inicio de su responsabilidad, entre solo administrar o cambiar las cosas, entre atender la demanda cotidiana o reorientar los recursos y, entre atender los deseos y/o las necesidades de los gobernados.

Un gobierno responsable podrá decidir si revisa lo realizado y aprovecha lo bueno o si de plano establece nuevos programas, proyectos y acciones sin ninguna valoración previa.

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Los mexicanos no nos distinguimos por reconocer las ideas de los demás ni por apoyar sus proyectos. Todos buscan poner el sello de la casa, buscar la gloria personal sobre los intereses sociales.

Con el multipartidismo, la cortesía política y la unidad nacional se ven cada vez más lejanas. Mentir para ganar, denostar a los otros y luego incumplir sin ningún rubor, es un deporte que se está arraigando con mayor frecuencia.

Medidor de Agua de Puebla con reja protectora.
Medidor de Agua de Puebla con reja protectora. Créditos: Agua de Puebla

Por ello, retomar la planeación debe ser algo fundamental para los futuros gobernantes. Sin valoraciones ideológicas, se requiere conocer cuáles son las principales necesidades, los mayores problemas de los territorios y sectores, lo que es más urgente y/o lo más importante, así como la prioridad de cada caso, es algo elemental para tener éxito en la administración pública.

Se debe conocer lo que se ha hecho y lo que falta, la situación actual de lo realizado, lo que aún está en proceso. Además, hay cientos de obras que ya cumplieron su vida útil, otras se hicieron y no tienen equipo o personal; otras más no tienen mantenimiento o recursos para su operación porque esto le correspondía a los municipios y nunca se les asignaron recursos.

Un ejercicio de planeación básica es identificar, priorizar y cuantificar todas las necesidades existentes en el territorio y en cada uno de sus sectores. Luego, definir plazos o etapas en que cada necesidad y problema debe quedar atendida; ubicar con realismo qué se puede hacer en una administración y qué deberían hacer los que siguen.

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El pueblo ya está cansado de que solamente se “sientan las bases” y muy poco se ha resuelto. Un referente de ello son las metas de desarrollo sostenible establecidas al 2030 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aunque sabemos que muy poco se va a cumplir.

Hay problemas o necesidades que se pueden o deben resolver en un trienio o sexenio. Sin embargo, las transformaciones sociales, las mejoras reales en la economía o en el medio ambiente, requieren de por lo menos 6 a 8 años para empezar a notarse.

Resolver la pobreza podría hacerse en 18 años; revertir el deterioro ambiental necesita por lo menos 12 años; elevar la productividad bien puede lograrse en 6 años, siempre que nos pongamos de acuerdo en cómo hacerlo, porque la visión actual de las principales corrientes políticas existentes, es excluyente.

Lo grave es que ninguno de los principales problemas de México tiene un plazo para resolverse porque la planeación ha sido abandonada a tan solo un trámite constitucional. Por eso se inventan el país y los estados cada sexenio y, los municipios cada trienio. Más grave es aún, que no se vea a corto plazo, por ejemplo, cómo vincular estos problemas con la educación, la formación de recursos humanos y la formación de líderes.

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Si los futuros gobernantes tienen claro lo que deben hacer, porque escucharán realmente a la sociedad para hacer sus planes de desarrollo, y si adoptan las mejores soluciones técnicas, tecnológicas y sociales, seguramente podrán hacer las transformaciones anheladas por la sociedad

Si establecen plazos para resolver las necesidades, conocen los recursos con que cuentan y tienen claro lo que pueden hacer en su periodo, sin atormentarse por no resolver todo, entonces, estaremos arribando a grandes resultados en favor de la población.

Fallar al Planear, sin duda es Planear Fallar.

Por Alberto Jiménez Merino/ @jimenezmerinomx

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