teatro del pueblo
911

Yvan R. Vargas Carmona

Buena semana a todos nuestros apreciables lectores.

Derivado que, la semana pasada vivimos una jornada electoral en extremo intensa, resolvimos no realizar publicación alguna, pero aquí estamos nuevamente.

En esta ocasión y ante la cercanía del día del Abogado, estimo pertinente dirigir esta publicación a todos los homólogos que, en su quehacer cotidiano, de una u otra forma aportan su granito de arena en pro de la sociedad.

Iniciaré comentando que, en días pasados charlaba con un eminente Magistrado Federal, (que por cierto entrevistó la Maestra Keren Reyes y en próximos días publicará dicha entrevista), un tema que me motivó a la reflexión, la cual comparto en estas líneas.

Es incuestionable que, la noble profesión de la Abogacía, en antaño era sinónimo de respeto, reconocimiento y admiración del común de las personas.

El Abogado era considerado como un individuo probo, conocedor no solo del derecho, sino de muchos temas, miembro de la sociedad que se distinguía por encima de muchas profesiones, la forma de hablar, de vestir, las buenas costumbres en su conducta, en fin, un cúmulo de características que hoy en día han quedado en el olvido.

Lamentablemente, hoy la profesión del Abogado se ha devaluado, prueba de ello son los chistes de la profesión que así lo denotan, se dice que actualmente el Abogado en la sociedad es “un mal necesario”, y con el pesar que ello me ocasiona, debo de reconocer que, lamentablemente existe mucho de razón en ello.

Varios de nuestros compañeros de gremio, con su actuar se han encargado de demeritar y devaluar esta hermosa y loable profesión, con conductas impropias, corruptas, negligentes y desleales con ellos mismos y con la profesión que “cobijan”, con una notoria apatía en estudiar y prepararse todos los días.

Resulta deprimente ver algunos “Abogados” que, con tal de echarse algunos pesos a la bolsa, juegan y lucran con la necesidad de las personas que, ante la vivencia de una vicisitud del ámbito legal, confían su suerte y destino en estos mal llamados “Abogados”, debiéndose mejor ubicarlos con el mote de “mercenarios del derecho” y con su incompetencia echan a perder, literalmente, los asuntos.

Son innumerables las audiencias donde los jueces se ven en la necesidad de revocar a los Litigantes Particulares, quienes, ante el desconocimiento del derecho, de carecer de las técnicas, habilidades y destrezas de litigación, lejos de ayudar a su representado, lo hunden más en el problema legal enfrentado y, no obstante ello, tienen el “valor” de cobrar a sus clientes por un trabajo mal hecho o que de plano no hicieron…

Yo me pregunto…. ¿acaso los Abogados a estas alturas no se han percatado de lo afortunados que son actualmente?

Ello lo establezco por lo siguiente; vivimos en la actualidad, como Abogados, un hecho sin precedentes en la historia jurídica Mexicana, pues nuestra generación está viviendo la implementación de un Sistema Penal Adversarial eminentemente oral, una situación que, para bien o para mal, impacta en nuestro ámbito profesional.

Lo anterior trayendo consigo la apertura de un nuevo panorama que rompe esquemas y paradigmas, y que dudo mucho que las próximas generaciones de profesionistas del derecho puedan vivir; en otras palabras, no imagino cuantas generaciones de Abogados tendrán que pasar para que experimenten una reforma de la magnitud y envergadura como la que vivimos hoy en día.

Estamos viviendo en México una transformación radical, que impactará a la sociedad actual, no se aún de qué forma, pero es un hecho que así será.

Y ante esta vorágine que vivimos, creo es deber de mi parte, instar a los compañeros de profesión que reflexionen en su actuar, que cerremos filas para recuperar ese buen nombre de la profesión del ABOGADO, que seamos un gremio de profesionistas PROFESIONALES, leales con nuestros representados, que donde nos encontremos, a la distancia se distinga que somos ABOGADOS… ¡la mejor de las profesiones!

Y para no olvidarnos del deber que nuestra hermosa profesión nos exige, dejo de paso el decálogo del Abogado.

I.- Estudia. El Derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos serás cada día un poco menos Abogado.

II. Piensa. El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.

III. Trabaja. La Abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la Justicia.

IV. Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia.

V. Sé leal. Leal con tu cliente al que no puedes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el Juez que ignora los hechos, y debe confiar en lo que tú le dices y que, en cuanto al Derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.

VI. Tolera. Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.

VII. Ten paciencia. El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.

VIII. Ten fe. Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la Justicia, como destino normal del Derecho; en la Paz como substituto bondadoso de la Justicia; y sobre todo, ten fe en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz.

IX. Olvida. La Abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras llenando tu alma de rencor llegaría un día en que la vida sería imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.

X. Ama tu profesión. Trata de considerar la Abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga Abogado.

 

20% descuento Puebla  -México
Keren Reyes

Hablando Derecho

Hablando Derecho