Miguel Barbosa Huerta dio a la cara a 150 mil jóvenes. Si bien, la megamarcha de este 5 de marzo pasó a ser la más grande en la historia de Puebla, la reacción del gobernador también es histórica.
Aunque algunos lo critiquen por salir escoltado en medio de vallas metálicas, la seguridad era insuficiente para una multitud de universitarios. La seguridad que lo custodió es parte de los protocolos de quien es autoridad.
Los jóvenes marcharon para exigir justicia por el asesinato de Ximena Quijano y José Antonio Parada, ambos colombianos y estudiantes de la UPAEP; Francisco Javier Tirado, alumno BUAP y Josué Emanuel Vital, chofer de UBER.
Al menos en las últimas dos décadas, no hemos visto que un gobernador atienda a los manifestantes. Barbosa lo ha hecho en otras protestas, pero no del tamaño de la que vimos este jueves.
Para quienes no recuerdan la historia reciente de la vida política en Puebla, Mario Marín, el último gobernador del PRI en el estado, no salió a atender a las 30 mil personas que marcharon para exigir su destitución el 26 de febrero de 2006 en la ciudad de Puebla, tras verse involucrado en la detención de la periodista Lydia Cacho, hecho en el que se ganó el mote del ‘Góber precioso’.
Ni qué decir del exgobernador del PAN Rafael Moreno Valle, quien legisló en Puebla para reprimir las protestas con la llamada Ley Bala. Como consecuencia murió un niño en Chalchihuapan, tras un disparo de una bala de goma de uno de sus políticas. El homicidio del pequeño José Luis Tehuatlie se volvió un escándalo nacional.
Ese escándalo desencadenó en una protesta el 11 de agosto de 2014 denominada #PueblaDeLuto que concentró a 10 mil personas para exigir su renuncia. El panista tampoco atendió a los inconformes.
Así como Marín fue el ‘Góber precioso’, Moreno Valle fue bautizado como el ‘Góber bala’.
Antonio Gali Fayad y Guillermo Pacheco Pulido, a pesar de sus mini gubernaturas, no atendieron la más mínima protesta, siempre fue el delegado del delegado del secretario General de Gobierno en turno.
El 5 de marzo de 2020, Miguel Barbosa enfrentó un contingente cinco veces mayor que el que pidió la renuncia de Marín en 2006.
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Dirían en el barrio, ‘no se arrugó’, ‘mostró pantalones’, salió personalmente de Casa Aguayo y esto le dijo a los miles de jóvenes:
“A mí no me molesta su presencia, fui parte de la cultura de la protesta, celebro que la universidad sea viva”.
Si el gobernador no hubiera salido, hubiera sido un punto negativo para su imagen. Nadie se esperaba que saliera y lo hizo.
Barbosa salió a apagar el fuego.
Al mismo tiempo mandó un mensaje a sus detractores, incluidos a algunos rectores. Con su actitud les mandó a decir que tiene firmeza y carácter.
No se achica si le mandan una multitud.
Al final las conclusiones de la megamarcha son dos:
1) Hubo civilidad por parte de los miles de jóvenes quienes no vandalizaron la ciudad, ni ensuciaron las calles, además de la unión que mostraron a millones de poblanos.
2) Hubo civilidad del gobernador al no reprimir la marcha y atender él personalmente a los universitarios.