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La migración mexicana femenina en Francia

Rocío tardó 5 años en adaptarse a su nueva vida en París, de Zacatecas a la ciudad luz no sólo fue un fuerte shock psicológico, sino que logró integrarse a la sociedad francesa siendo altamente resiliente, pero sobre todo aprendió a levantarse solita y seguir caminando.

 

La migración en el mundo ha sido representada desde la experiencia masculina, y no sólo la figura del migrante, sino del demandante de asilo, refugiado o ilegal, se ha analizado y estudiado ignorando el género, silenciando el desplazamiento de las mujeres.

 

De acuerdo con el Departamento de Asuntos Sociales y Económicos de la División de Población de las Naciones Unidas, actualmente hay 141 millones y medio de hombres migrantes en el mundo mientras que en el caso de las mujeres 130. La brecha con el paso de los años no sólo se ha ido acortando, sino que el rol de la mujer en un proceso migratorio ha pasado a ser estelar.

 

De hecho, la migración femenina se ha dado desde antes de la primera guerra mundial. En Alemania dice Lydia Potts que se tienen registros de mujeres migrantes en el mercado laboral, obligadas a salir de su país para encontrar trabajo. Por tanto, una migración femenina económica del siglo XX.

 

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Pero más allá de las teorías, a nivel social, económico, cultural e incluso moral, el rol de la mujer migrante da ríos de tinta para comprobar que su función es determinante. Si en la familia es la base, en un proceso migratorio, su aportación en la sociedad receptora es determinante para el desarrollo de las naciones.

 

Basta ver la mano de obra de las peruanas donde a partir de la dolarización en su país y por lo tanto, la pobreza que llegó de manera inminente a sus hogares, España fue el lugar ideal para recibir a cientos de ellas para emplearlas en actividades agrícolas, de limpieza, de enfermeras, asistentes de personas de la 3ª edad, cuidado de niños y en menor medida en actividades profesionales, convirtiéndose así en las “guardianas” de toda la nación y de las miles de familias y negocios donde se volvieron indispensables.

 

En Francia, actualmente hay 9,235 mujeres y 4,616 hombres originarios de México inmigrantes residiendo en Francia (datos ONU 2019). De ellos, la concentración más importante se da en lo que se conoce como “Ile de France” y las ciudades principales como Lyon, Montpellier, Burdeos, Marsella y Estrasburgo.

 

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Mujeres como Rocío, mexicana y con estudios de licenciatura, con una gran experiencia en el campo de la informática, en el marketing y la publicidad, se enfrentan a un doble desafío, realizarse profesionalmente y formar una familia alrededor de las tradiciones de dos países.

 

Emprendedora por convicción propia ha decidido que, junto a su trabajo, promover y mantener los valores con los que ella fue educada en México y que ahora transmite a sus hijos, pareja y amistades en Francia, es una ardua tarea.

 

A nivel social y cultural, ella es la responsable de que cada año -de hecho, desde hace 7-, familias franco-mexicanas festejen el 15 de septiembre en un contexto familiar- Ropa alusiva al festejo, comida, juegos, bebidas-, donde se da la oportunidad de compartir el verdadero significado de una fecha tan importante entre familias franco-mexicanas.

 

Un momento donde se refrendan las tradiciones mexicanas, se transmiten a las nuevas generaciones, la práctica del español a través de la convivencia con hispanoparlantes y, dice Rocío, “es cambiar la imagen de México que se tiene en el extranjero”.

 

Su esfuerzo es colosal, porque no para en el 15 de septiembre, también tiene en su calendario, otras tradiciones como el día de muertos, las posadas navideñas, el día de reyes, día de la madre.

 

“Impulso a las emprendedoras mexicanas en varios ámbitos, hay quienes se dedican a hacer comida o a exportarla del país, cosmetólogas, nutriólogas, arquitectas, psicólogas, abogadas, humanistas por causas sociales como la protección al indígena en México, entre otras”.

 

 

A nivel económico, también aporta una mujer que dejó su natal Zacatecas hace 20 años y que hoy en día encabeza una organización de mujeres mexicanas en Francia (más de 200) provenientes de la capital de México, de Monterrey, Chihuahua, Sinaloa y Veracruz principalmente.

 

A nivel moral, ella, como mujer migrante, ha logrado una red de contactos muy amplia que la han convertido en una especie de “salvavidas” emocional para mexicanas que se encuentran en una situación crítica o bien, buscan desarrollar proyectos personales.

 

“Me considero una mujer entregada a mi familia que además es mi prioridad, y aunque a veces siento que es una carga muy fuerte intentar ayudar a mis paisanas, afortunadamente mi red de contactos -que ha ido construyendo con los años- es variada y eso me ha permitido ayudar a quien en su momento lo ha necesitado”.

 

Dentro de la comunidad mexicana también hay otras mujeres que desafortunadamente no se encuentran en la misma situación de Rocío, mexicanas obligadas a quedarse en territorio francés debido a que sus hijos tras un divorcio o separación, no se les deja regresar a México con ellos y para ellas, ante todo es la familia.

 

Rocío ya trabaja en coordinación con otras mujeres, el protocolo de atención a víctimas de violencia basada en el género. Los desayunos mensuales que organiza alrededor de una temática le permiten llegar a una población femenina poco visible para las sociedades europeas en general, espacios sociales de encuentro entre migrantes.

 

 

¿El último? En casa de Maricarmen donde se habló de imagen pública y se hablaron de temas sensibles como la violencia que sufren algunas de las compatriotas en territorio francés. La zacatecana de ojos claros se despide con una frase estilo Chabela Vargas: “No vivas en un país añorando otro”.

 

Por lo pronto, es necesario entender que la migración femenina dista mucho de la masculina. Una nueva ola de mujeres migrantes comienza a identificarse, aquella que no es por razones de reagrupamiento familiar o por matrimonio, sino económica o profesional y con al menos tres idiomas.

 

 

Por Rosa María Lechuga

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