Una flor, un dulce y casualmente un cigarro, comparte doña Mare con las tumbas de los olvidados en el panteón de la Magdalena en San Pedro Cholula, Puebla.
En estas sepulturas, ella y algunos visitantes del panteón de La Magdalena, les ponen flores, como muestra de respeto y humanidad.
Los nombres de los olvidados los borró el tiempo de las cruces que se convirtieron en solo un par de fierros oxidados o de madera carcomida.
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Doña Mare y su equipo limpian todas las tumbas, no dejan que la hierba se encargue de ocultar lo que queda de las que ya nadie visita.
Algunas ya no tienen cruces, otras se distinguen por las construcciones que tienen y en otros puntos solo se observan prominencias en el piso.
“Familias que vienen a visitar, traen flores y comparten un poco en otras tumbas donde no tienen”, dice.
Es jueves 31 de octubre de 2024 y la afluencia de visitantes aumentó en el panteón de La Magdalena, donde una gran ofrenda dedicada a todas las almas recibe a las familias que llegan.
El anaranjado de la flor del cempasúchil comienza a alegrar y llenar de color el camposanto recién podado.
La guardiana del panteón de La Magdalena
Doña Mare es una mujer de 49 años de edad, encargada del panteón de La Magdalena, a donde llegó a trabajar hace siete años como ayudante.
“Para mí todas las tumbas, todas las ánimas son importantes. No solo flores, a veces traigo una bolsa de dulces y les pongo de a uno. A mí me gusta fumar y a veces me fumó un cigarro y les pongo uno”, dice entre risas.
María Refugio, fiel guardiana de La Magdalena, está pendiente todo el tiempo de quién entra al camposanto y de que todo esté en orden.
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Aunque le duelen todas las muertes, particularmente le causan dolor las de niños, porque considera que aún tenían tiempo por vivir y mucho por hacer.
“No me he hecho insensible, solo que he aprendido a aceptar la muerte, porque trabajo en un panteón”, dice.
A ella no le gusta que profanen las tumbas. Y le da coraje encontrar amuletos o muñecos para “amarres” usados en la brujería, los cuales manda directo a los contenedores.
En el panteón de La Magdalena no hay distinción entre tumbas de niños o adultos mayores. A todos les hace un obsequio habitualmente porque les agradece que la dejen trabajar y no la espanten.
Doña Mare pidió permiso a los difuntos para que la dejen trabajar en panteón
El primer día que entró a trabajar, Mare llegó a la capilla y le prendió una veladora a los difuntos sepultados en La Magdalena, para pedirles que no la espantaran y la dejaran trabajar.
“Yo llegué y les pedí permiso a cada uno de ellos, les dije no me conocen, pero denme la oportunidad de trabajar para ustedes porque yo necesito trabajar. Les pedí que me dieran el permiso sin espantarme”, les dijo.
En La Magdalena, según las últimas cifras de la administración pasada, hay más de tres mil personas sepultadas.
Mare tiene siete años trabajando y jamás ha sido testigo de hechos paranormales, antes escuchó rumores de otros encargados que veían niños o personas.
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Incluso el anterior encargado del panteón solo duró mediodía, pues supuestamente lo asustaron y no quiso quedarse a trabajar.
Doña Mare ha estado hasta las 22:00 horas en el cementerio y no la han asustado. Sus hijos le decían que no iba a aguantar, pero ya tiene siete años trabajando a gusto en el panteón.
“Para mí lo primero, lo más importante son ellos (los difuntos que están enterrados) porque gracias a ellos tengo trabajo”, insiste.