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El reto del presidente

Columnista

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México,  llegó a su tercer año de gobierno en una disociación que a simple vista parecería una locura: El 68 por ciento de la ciudadanía aprueba su gestión y el indicador, incluso, es más alto que en meses anteriores, lo que indica que el efecto AMLO goza de cabal salud.

¿Cómo es posible que un presidente de la república pueda tener tal aceptación ciudadana en un país enfrentado, dividido, con serios problemas de inseguridad, economía y pobreza?

La respuesta tampoco es sencilla y, obvio, no pretendo ni por asomo incurrir en la soberbia de darle contestación.

Uno de los mejores ejercicios que se han realizado sobre el desempeño presidencial fue la encuesta de El Universal-Laredo, Buendía que desmenuza precisamente dónde radicaría la fortaleza del tabasqueño.

La muestra confirmó el ejercicio de votación de este año: A mayor nivel de estudios, más rechazo. Así pues, la base de apoyo de López Obrador se encuentra en personas con educación media superior y básica. (Ambos comparten un punto en común: hay una franja de votantes que es imposible de conectar).

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Lo interesante es que en el ámbito del voto switcher, la 4T y la oposición se reparten al sector. Mientras los segundos aglutinan a profesionistas, empresarios, emprendedores y clase media alta en adelante, AMLO cuenta con el respaldo de jóvenes, amas de casa y tercera edad.

Y es justo ahí donde el ejercicio de gobierno toma sentido: el apoyo está directamente relacionado con los programas sociales de apoyos.

La encuesta de El Universal revela que, en un universo del 71 por ciento de la muestra -es decir, incluso una fracción de aquellos que no simpatizan con el presidente-, el 47 por ciento considera que lo “mejor” que ha hecho AMLO es la entrega de programas sociales.

Cuando la medición se traslada a la revocación de mandato, 75 por ciento considera que López Obrador debería continuar en el cargo.

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Otro dato interesante: Pese a la aprobación presidencial, los rubros de combate a la corrupción, seguridad pública, cambio de políticas públicas y economía se encuentran casi en los lugares más bajos en el histórico de percepción en lo que va del sexenio. El rubro económico está en el punto de más bajo en los últimos 36 meses.

Así pues, AMLO es un presidente con apoyo popular en un país con índices alarmantes de inseguridad, economía y pobreza; y son sus programas estrella lo mejor que ha hecho por encima de los tres rubros anteriores. ¿Una locura? Para nada.

Todo está calculado y medido. La estrategia presidencial ha servido para los fines proyectados, de ahí el principal reto de AMLO no es garantizar la aprobación a la 4T sino en que esta trascienda el sexenio y allí es donde el asunto se complica.

Sea cual sea la corcholata que el presidente avale como candidato presidencial -hasta el momento todo está volcado para que sea Claudia Sheinbaum-, en caso de que el candidato lopezobradorista llegue a ganar la elección de 2024, asumirá el poder en una camisa de fuerza.

Para empezar, los programas sociales no pueden eliminarse, pues el gobierno entrante se desplomaría en poco tiempo y el bono democrático sería tan raquítico que no serviría de nada. Quitar la base de respaldo ciudadano es casi como un suicidio.

La pregunta, entonces, es: ¿cómo impulsar el desarrollo del país con un presupuesto tan acotado y dependiente de la dádiva gubernamental?

La respuesta podría estar en reorientar las magnas obras de la 4T, pero quitar las partidas, dejarlas al olvido o reducir su plan de inversión llevaría al nuevo mandatario federal a confrontarse con el Ejército mexicano.

Y eso no solo sería para el caso de tres obras: aeropuerto, refinería y tren. Faltan aduanas, infraestructura y todos aquellos programas en los que la milicia tiene el control absoluto en la vida de los hechos.

En 2024 estaríamos frente a un escenario muy complicado para la persona que llegue a gobernar al país.

Pero, ¿y si esa realmente es la estrategia? ¿Un nuevo presidente acotado y un expresidente popular, con el control de los proyectos y políticas públicas (reflejadas en el presupuesto)?

AMLO ha dicho que no está interesado en reelegirse. Y es verdad. Lo que no se ha dicho es que hay muchas formas de mantener el poder sin transgredir el orden democrático e institucional.

Después de ser jefe de Gobierno de la Ciudad de México, AMLO cedió el trono a Marcelo Ebrard Casaubón y comprobó que hasta el más fiel seguidor puede ser un problema. Cómo olvidar la elección de 2013 cuando López Obrador estuvo a punto de enfrentar un cisma, luego de que su pupilo creció tanto en las encuestas que le disputó la nominación.

Ahora no estamos frente a la lucha presidencial sino ante la continuidad de un movimiento, la 4T, que está enraizado en un solo hombre. Esta versión neocaudillista tiene su propia naturaleza y lógica. La encuesta de El Universal demuestra que los mexicanos califican positivamente el reparto de dádivas que los programas integrales de combate a la pobreza que ofrecieron buenos resultados en las últimas tres décadas.

En el proyecto de un solo hombre no hay equilibrio de poderes sino reparto de espacios a conveniencia del proyecto.

¿AMLO podrá trascender el sexenio en el poder?

No lo sé, pero me parece, ese es el verdadero reto del presidente.

Noticias panistas

En el Comité Ejecutivo Nacional del PAN existe preocupación porque existe el temor fundado que Genoveva Huerta Villegas pueda echar abajo la elección de la nueva dirigencia estatal, vía los tribunales electorales.

Esa misma lectura se encuentra al interior del grupo de Augusta Sánchez Díaz de Rivera y Marcos Castro, los ganadores de la contienda. Eso estaría demostrado en el montaje que armaron hace unos días para difundir que apareció uno de los 30 paquetes desparecidos de la elección interna.

(Todo fue tan burdo que hay hasta fotos al momento que un ciudadano X entrega un paquete que halló por casualidad y que fue tomado como muestra de que Genoveva y sus aliados habían intervenido para beneficiarse).

Lo que parecía un tema cerrado puede dar un vuelco interesante.

El gran problema es que la dirigencia nacional panista advirtió que mantener la pugna como se encuentra actualmente solo llevará al PAN a hundirse antes de 2024, lo cual ya está proceso.

Recordemos: la elección interna dejó en claro, como escribió el periodista Mario Alberto Mejía, que Eduardo Rivera Pérez no es el líder que dice ser y que la mitad del panismo lo repudia. ¿Cómo construir un proyecto a la gubernatura con un escenario tan descompuesto y que el propio alcalde alimenta todos los días?

 

Por Ignacio Juárez Galindo / @ignacio_angel 

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