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La cadena de Palacio de Hierro es propiedad de Alberto Baillères, el segundo hombre más rico de México. Esta riqueza, de casi 11 mil millones de dólares, según cálculos de Bloomberg.
Lo puso en la mira de Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial de la coalición ‘Juntos Haremos Historia’. Para López Obrador, Baillères forma parte de la ‘mafia del poder’ en México que necesita ser controlada.
Es un mensaje inquietante para los ejecutivos de El Palacio de Hierro, especialmente porque López Obrador tiene una ventaja de 20 puntos sobre su rival más cercano cuando solo falta un mes para las elecciones.
Así que en una reciente tarde entre semana, la empresa citó al personal de Perisur en el comedor para una reunión obligatoria. En los siguientes 40 minutos, el mensaje fue repetido una y otra vez, de acuerdo con empleados que estuvieron presentes esa noche:
“Voten por el candidato que tenga la mayor probabilidad de vencer a López Obrador; es la mejor oportunidad que tenemos de preservar el sistema económico que nos permite emplearlos, dijo la empresa”.
Este tipo de tácticas repentinamente se están convirtiendo en algo común en todo México. La cadena de supermercados Grupo Comercial Chedraui, el gigante minero Grupo México, el operador de cine Cinépolis de México, la aerolínea Grupo Aeroméxico, todos han comenzado a alentar a sus empleados de una forma u otra a pensar cuidadosamente acerca de por quién votarán el 1 de julio.
Nada pone de relieve con más claridad la preocupación entre las empresas mexicanas ante la posibilidad de una victoria de López Obrador y cuán altos creen los ejecutivos que son los riesgos. Alejandro Schtulmann, quien dirige la consultora de riesgo político Empra en Ciudad de México, dijo:
“Los empresarios están muy preocupados, su postura es muy clara” […] López Obrador no ha guardado sus sentimientos, y su discurso genera gran incertidumbre sobre el modelo económico que va a seguir”.
Las conversaciones no tienen necesariamente nada ilegal. Los expertos dicen que, aunque es algo impropio e invasivo, caen en una ‘zona gris’ siempre que no haya coerción real. Y, sin embargo, tampoco hay pruebas claras de que serán eficaces. La táctica incluso podría ser contraproducente.
En un fenómeno similar a cómo los partidarios de Donald Trump parecieron estar más decididos a votar por él en 2016 mientras las figuras públicas más los instaban a reconsiderar su voto, algunos empleados en México dijeron que las charlas les causaban molestia y que no van a ser disuadidos de votar por López Obrador.
Crédito: El Financiero
Foto: Forbes México