Han pasado más de 16 meses que Francia vive tiempos violentos, incluso catastróficos.
Todo empezó con la llamada “Revolución de los Chalecos Amarillos” que justo mañana probarán su continuidad o bien, una tregua tras 70 sábados ininterrumpidos desde aquel histórico 17 de noviembre de 2018, donde se reunían personas de la clase francesa media baja, hartos de la precariedad y la pobreza en la que viven.
¿Cómo se organizaron?
A través de las redes sociales sin pertenecer a algún sindicato, o grupo político, el movimiento se creó desde la inconformidad, la solidaridad pero sobre todo del amor que le tienen a los fundamentos del país, cuna de los derechos del hombre: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Después se apoderó del país una tensa calma con varias reformas fallidas: el aumento de cuotas para los estudiantes no europeos que desearan estudiar en Francia con precios estratosféricos (tan sólo por inscripción, 90,000 pesos mexicanos sin contar renta, comida y transporte) para nivel Maestría y Doctorado, reforma que fue frenada, hay que decirlo, gracias a la solidaridad que grupos académicos, asociaciones, estudiantes de todas las nacionalidades se unieron para apelar ante tan dura medida, exigiendo igualdad.
Vino entonces el suceso que marcaría mundialmente la memoria de millones de turistas que han visitado Nôtre Dame. El 15 de abril de 2019, ardía la catedral más famosa del mundo y con ello un escándalo que dividió a la opinión, por haber recaudado en menos de 24 horas, mil millones de euros.
Sin embargo, poco se habló de lo que significa reconstruir Notre Dame, no sólo depende de los recursos económicos, también de las personas que hacen que la Iglesia siga siendo ese monumento que más allá de la religión, representa una parte importante de historia de la humanidad.
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Miles de personas lo sufrieron -lo sufrimos-, tanto para quien le visitaba para rezar, como para quienes hacen ejercicio a su alrededor de forma habitual. Gente que para ir al trabajo forma parte de su vida diaria, un monumento donde estudiantes de las escuelas francesas iban a escuchar la historia de la ciudad de París, desde una de las vistas más hermosas que la Iglesia permite. Una representación social-cultural con un peso enorme. París no se concibe sin Nôtre Dame y viceversa
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Otra vez, el amor se hizo presente entre las personas, desde las donaciones, rezos, apoyos al comercio local, a los vecinos, entre turistas conmovidos de ver un monumento semi-destruído.
Llegando verano, la canícula se hizo omnipresente en varios puntos de Francia y con ello, ajustes a la política de salud pública donde se velaba por el bienestar de las personas mayores y los niños.
Otra vez la fraternidad de apoderó de las manos, brazos y codos que ofrecieron ayuda para quien así lo necesitó.
Justo en estos cambios tan drásticos de clima, pisó territorio francés, Greta Thunberg en junio donde se hizo acompañar por miles de jóvenes que gritaban una y otra vez “Essayez de faire quelque chose”(intenten hacer algo). Un memento lleno de furia, pero también de amor, por la tierra.
Vino un primer grito de Libertad en octubre, donde anunciaban un día sin transporte y entonces la sociedad parisina, vio la oportunidad de hacer deporte por un día sin imaginar que ese grito de Libertà sería pocos meses después lo que colapsó a París.
Ese grito de Libertad que tuvo una respuesta del gobierno francés proponiendo ciertas reformas a las jubilaciones donde se buscaba uniformidad (también ha sido una reforma fallida incluso aplicando el artículo 49.3 de la constitución francesa que otorga al ejecutivo el poder de modificar leyes sin permiso de la Asamblea Nacional, ya que se suspendió) en el sistema.
Libertad versus opresión.
Victor Hugo, el hombre político francés más importante de la historia se hubiera exiliado otra vez.
Y entonces vino el colapso navideño y la suma de otras demandas de la sociedad civil: se anunciaba una huelga de transporte ininterrumpida a partir del 5 de diciembre de 2019. Pasaron 46 días de huelgas y manifestaciones colapsando no sólo la capital francesa, también su acceso y algunas ciudades principales como Lyon, Marsella, Burdeos y Toulouse.
Se sumaron a ella, la huelga de bomberos, personal médico, investigadores, estudiantes -al grado que un estudiante se inmoló dada su precariedad en Lyon-, policías, artistas, personal de museos, asociaciones feministas, LGTB, ambientales, por la fraternidad de ir a la lucha juntos y no solos.
Francia, es y será, una nación que ante todo, no dejará que se calle una voz, aquí todos tenemos cabida.
Sin remedio, el amor murió en París.
Oh ma chère ville lumière tu as failli me tuer!
Cuando todo parecía perdido al recibir la fatal noticia de la aplicación del 49.3 por parte del gobierno y miles de franceses manifestándose afuera de la Asamblea Nacional, vino un golpe de timón a nivel mundial que puso de nueva cuenta a prueba su solidaridad.
Después de tantas manifestaciones, diferendos, colapsos de transporte, huelgas, un sábado sí y el siguiente también, supe que el amor, entonces, no había muerto en París. Y si hubo un tiempo en que el caos y la desesperanza lo aniquiló, tal parece que renació.
El amor, esa energía que provoca la solidaridad, la fraternidad, la igualdad y los gritos de libertad, superando instituciones, partidos políticos e incluso a la misma ignorancia.
Un aire a confinamiento se esparcía.
El COVID-19 paralizó a media Europa y a las ciudades del llamado “Tigre asiático”. Francia entre dos naciones -de las más contaminadas- España e Italia y ante éstos últimos meses, no ha muerto y como tal cual trágica escena de Delacroix plasmada en “Heliodore chassé du temple”, siente alrededor de ella, que la vida se le escapa.
Los hospitales están desbordados.
Las máscaras no son suficientes..
Los doctores, medicos, enfermeras, están agotados.
Van más de 12,000 contagiados (y contando).
Pero todos los días a las ocho de la noche, en Francia se escuchan miles de aplausos que se convierte en uno, para rendir homenaje a las personas que todos los días, salen al frente.
A los trabajadores de supermercados, a los que cuidan niños, a quienes reparten correo, a los conductores de transporte público, a los responsables de las farmacias, a médicos, enfermeras, doctores, vigilantes de edificios, guardias de seguridad y a todos los que no han dejado que se detenga el país.
Los conciertos de “Bach en el balcón” los martes, quedarán en la memoria de todos nosotros.
Porque el amor no ha muerto.
Ni dos guerras mundiales lo lograron.
Porque esta prueba no está superada, y aunque se le hace frente, no falta -ni faltará- la fraternidad, la solidaridad, la igualdad y la libertad.
Porque Francia no muere ni morirá.
¡Vivre la France, vivre la République!
Por Rosa Maria Lechuga/ @laituecita
Foto: CNBC