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“Temo por mi vida” fue la confesión que Martha Erika Alonso Hidalgo hizo a un grupo de colaboradores apenas tres días después de haber rendido protesta como la primera gobernadora de Puebla tras un largo y ajetreado conflicto postelectoral.
En su despacho, en el cuarto piso del Edificio Ejecutivo del Centro Integral de Servicios (CIS), Martha Erika compartió a cuatro de sus funcionarios más cercanos su intención de grabar un video para dejar constancia de que estaba en peligro.
Sin dar pormenores de las amenazas o riesgos que la afligían, la gobernadora escuchó ese lunes al mediodía las opiniones de sus colaboradores y ninguno apoyó su idea.
Palabras más, palabras menos la persuadieron de no hacerlo, por las consecuencias mediáticas que un mensaje de ese tipo levantaría en la opinión pública.
La gobernadora insistió en grabar ese video y en que no se difundiera, a menos que algo grave le ocurriera.
Los convocados, que no sabían a fondo la razón del temor que embargaba a la gobernadora, la convencieron de no hacerlo. El argumento de uno de ellos selló la discusión: imagínate qué mensaje mandarás a los ciudadanos, que son víctimas de la inseguridad, si la gobernadora dice que tiene miedo y teme por su vida.
Ahí concluyó la reunión de ese 17 de diciembre, en que Martha Erika Alonso cumplió 45 años de vida.
Siete días después, la gobernadora, su esposo el senador Rafael Moreno Valle y tres personas más fallecieron trágicamente en un accidente aéreo al desplomarse un helicóptero Agusta A109S, en el Cerro de la Chimenea del Chacuaco, poblado de Santa María Coronango, en el estado de Puebla.
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Otros atentados
Antes del fatal accidente que le arrancó la vida, sin que hasta ahora se conozcan las causas, Martha Erika fue víctima de un atentado y una descompostura de la camioneta que la conducía a la Ciudad de México.
El primero sucedió en la víspera de la reunión arriba mencionada, durante las primeras horas de la noche, al salir de un encuentro en el Salón Country de San Manuel con miembros y dirigentes del Consejo Taxista.
Dos supuestos borrachos se acercaron a la camioneta en que viajaba, estrellándole el parabrisas de un botellazo.
De los hechos existen testigos y evidencia: los escoltas y choferes del vehículo y fotografías de la camioneta con el parabrisas quebrado.
El segundo percance ocurrió el 20 de diciembre, por la tarde, cuando la gobernadora se dirigía a una reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) en la Ciudad de México.
La camioneta en que viajaba, una Chevrolet Tahoe color arena se descompuso y Martha Erika tuvo que solicitar el servicio de un Uber para no llegar tarde a la reunión con sus homólogos en la que se analizó y revisó el presupuesto de egresos de la Federación para el ejercicio 2019.
Por increíble que parezca ese jueves la gobernadora no llevaba un vehículo que la escoltara o de repuesto, por lo que tuvo que recurrir a un Uber.
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Cuentan que al día siguiente del funeral de Estado que tuvo lugar en la Plaza de la Victoria, el encargado de la oficina del Ejecutivo estatal, Jesús Rodríguez Almeida, convocó a los miembros del gabinete de Martha Erika Alonso y les dijo que su muerte no había sido un accidente, sino un atentado.
Nadie lo contradijo y éste tampoco ofreció explicaciones.
Lo que sí sabe es que Rodríguez Almeida fue uno de los cuatro colaboradores con los que Martha Erika Alonso se reunió el lunes 17 de diciembre en el CIS para confesarles que temía por su vida.
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Crédito: e-consulta