Con el baile de las coronas, una misa de cuerpo presente y la bendición de sus restos con agua bendita, dieron el último adiós a los seis integrantes de la familia Osorio Amastal, víctimas de Coronango.
La despedida para Jacobo, Ernestina, Ariadna, Gabriela, Ian Santiago y Ángel inició la noche de este lunes 22 de julio de 2024 con un rosario durante el velorio.
Al finalizar, los niños presentes, tomaron velos blancos y pequeñas coronas de flores. Todos bailaban, mientras un hombre cantaba.
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Se trata de un ritual que se realiza a los niños o personas que murieron sin casarse. El baile de las coronas representa una boda.
Todos los niños bailaban, la mayoría de sus padres no aguantaron y se rompieron en llanto, al recordar que Ian Santiago de cuatro años y Ángel, murieron y no podrán tener una vida como la demás.
Así fue la misa de los Osorio Amastal en Coronango
A las 11:10 horas de este martes 23 de julio de 2024, llegaron los seis ataúdes de los Osorio Amastal, acompañados de cientos de personas, a la iglesia de Santa María Coronango.
Dos sacerdotes de sotanas moradas con blanco, les dieron la bienvenida y guiaron hasta el altar, donde los colocaron y oficiaron la misa en su honor.
Eran tantos los cadáveres, que a cada féretro le colocaron una hoja con el nombre del difunto, para que todos pudieran identificarlos.
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El sacerdote leyó el evangelio según San Juan, en donde insistió en que Jesucristo es la resurrección y la vida y el que crea en él, vivirá para siempre.
Llamó a todos reflexionar sobre lo ocurrido, pues aunque ellos ya no sufren, lo que les ocurrió debe dejar una enseñanza y un mensaje para todos.
A las 12:27 horas el sacerdote culminó la misa, bendijo los cuerpos con rezos y agua bendita.
Un fiscal colocó un poco de tierra de panteón en forma de cruz encima de cada ataúd.
Dan el responso a deudos de familia Osorio Amastal en Coronango
José Ángel, esposo de Gabriela y padre de los dos menores de edad; Juan exesposo de Ariadna y dos adultas mayores, madres de Ernestina y Jacobo, se quedaron a un lado de los ataúdes y comenzaron a recibir el pésame.
Cientos de personas en su mayoría mujeres, se formaron, algunas llevaban ceras entre sus manos o veladoras o flores.
Otras apretaban sus puños pues en ellos llevaban el responso, que no es más que un apoyo económico que se brinda a los deudos.
“Tienes que ser fuerte, tu esposa y tus hijos te cuidan desde el cielo”, “Que Dios te de pronta resignación”, eran algunas de las palabras que le daban a José Ángel.
Familiares de los deudos sacaban costales blancos y ahí metían las ceras y veladoras, pues sus manos eran insuficientes para cargar tanto.
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La entrega del pésame duró aproximadamente media hora, pues pasó cada cabeza de familia a ofrecer su respaldo a los deudos.
Se aferran a las fotografías de los difuntos
Aferrados a las fotografías de Gabriela y sus hijos Santiago y Ángel, estaban José Ángel y sus cuñadas, quienes fueron los primeros en salir de la iglesia.
Los ataúdes de color blanco de los menores de dos y cuatro años de edad, salieron primero.
Ahí los recibieron en la explanada de la iglesia con confeti blanco y dulces, parte del ritual.
Después salieron Juan expareja de Ariadna y dos adultas mayores, las madres de Jacobo y Ernestina.
Debido a la gran cantidad de gente, demoraron un poco en organizarse e iniciar la caravana al panteón de Apapasco donde los sepultaron más tarde.
Los deudos de la familia Osorio Amastal caminan detrás de un hombre que se va abriendo paso entre las calles, soplándole al incienso para guiar a las almas a su última morada.
Una mujer continúa rezando un rosario, los ataúdes son trasladados en carrozas fúnebres y dos camiones de carga.
El cortejo fúnebre se paralizó cerca de las 13:00 horas, por unos minutos, pues una de las camionetas del servicio funerario se calentó y se descompuso.
La caravana prosiguió e hicieron una primera parada en la avenida Emilio Portes Gil, donde ocurrió el accidente la noche del sábado 20 de julio de 2024.
Ahí esperaba Luisa Fabián, madre de Gabriela y otros familiares.
Un seminarista comenzó a rezar y a regar agua bendita sobre la banqueta y las paredes de las casas por donde Carlos, conductor de transporte de personal de la Volkswagen, los arrastró en su vehículo y los mató.