En la entrada del Hospital para el Niño Poblano se observó una gran cantidad de personas aglomeradas sin sana distancia en la espera de poder ingresar al nosocomio y ser vacunados contra el coronavirus, la mayoría de ellos reflejando en sus rostros el tiempo de espera para llegar hasta ese punto.
A las 12:30 de la mañana el caos en el Bulevar del Niño Poblano era asfixiante, las bocinas de los automóviles no dejaban de sonar y comenzaban a desesperar aún más a las personas formadas.
Quienes llegaban al hospital y bajaban de sus autos con la esperanza de que la fila empezara en la esquina de la Avenida del Sol, se equivocaron y tuvieron que caminar por más de 20 minutos hasta llegar hasta la Calzada Centauro, donde en el trayecto pensaron más de cinco veces si requerían realmente la inoculación, que olvidaron la sombrilla, pues el cielo ya estaba bastante nublado y que no se trajeron ni una botella de agua o un banquito para sentarse.
Así llegaron hasta puerta 2 de la Universidad Iberoamericana, casi a la entrada principal de la misma, donde la fila de embarazadas, personas mayores de 40, 50 y más años, ya llegaba a la exageración.
Los ambulantes hacen más molesta la espera, se les escucha gritar todo el tiempo: “¡tacos de canasta!”, “¡sombrillas, sombrillas!, “¡cubrebocas!”, “¡tortas!”, “¡caretas de acrílico!”, “¡plumas azules para el formato!”, etc.
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Y aunque hacen dudar a las personas, pues han bajado considerablemente sus precios de los cubrebocas y las caretas de acrílico, ya nadie les compra.
En medio del griterío de ambulantes, a la mitad de la Calzada, una mujer le gritó a un medio de comunicación que se encontraba en una transmisión en vivo: “¡Digan que la fila está interminable!” y aunque muchos movieron la cabeza afirmando, causó indignación que solo una de las miles de personas sea capaz de gritar lo que todos quieren, pero no se atreven o no quieren.
En un recorrido de regreso a la entrada del hospital, se encontró el mismo fenómeno, muchas personas molestas, pero nadie con ganas de hablar, pero Amalia Barbosa de 50 años de edad, formada desde las 9 de la mañana para recibir la segunda dosis dijo lo que la mayoría pensaría “Como ya me voy a poner la segunda dosis, pues ya, ni para qué me quejo, pero debieron hacerlo diferente, pero pues no la tenemos que pagar y ya vamos a llegar, ni modos”.
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Ella llegó desde las 9 de la mañana a formarse y hasta las 2:51 de la tarde todavía no llegaba a la entrada del nosocomio, fueron más de cinco horas y supuso que esto ocurrió porque muchos no respetaron el horario por edad o el día por apellido, por lo que lamentó la mala organización.
Así, siguieron las historias, el arranque de la aplicación de la primera dosis contra el coronavirus para personas de 40 a 49 años, segundas dosis para los de 50 y más y mujeres embarazadas en el Hospital para el Niño Poblano fue una tortura, pero las personas, acostumbradas a estos retrasos, se quedan inconformes, pero sin nada que hacer.
Al final, una mujer rubia de 40 años de edad, que llegó en un auto Mercedes Benz, habló con una voluntaria, concluyendo el por qué todos actúan de la misma forma.
Ella le contó a la staff de vacunación que había llegado a las 7 de la mañana y la fila, a esa hora ya era suficientemente grande, por lo que ante su trabajo y al ver qué no llegaría a tiempo a su oficina, se retiró, pero regresó a las 3:00 de la tarde, con la esperanza de formarse, pero a esa hora la fila ya rodeaba la Universidad Ibero y llegaba hasta la Calzada Centauro, casi a la entrada principal de la institución.
Sorprendida, dijo que regresaría mañana, pero ahora como todos, a las 5:00 de la mañana a pesar de que el inicio de la vacunación se a las 8:00 de la mañana y a ella le toque pasar a las 11:00 am.