Me habían platicado que la presa derivadora construida sobre el río Mixteco en Mariscala, Oaxaca, ya no aportaba agua para los campesinos. Después, me hablaron y me dijeron que el río Mixteco, actualmente, está seco entre Progreso, Piaxtla y Atempa, Tecomatlán.
No pensé verlo, ni menos escribir que el río Mixteco está seco, pero ayer lo comprobé. ¡No es un hecho menor! Muchos ríos mexicanos se están secando y causando gran afectación a la vida y la economía de las comunidades ribereñas.
Hace muchos años que el río Colorado, que aporta agua a siete estados de la Unión Americana, ya no llega al Mar de Cortés; y, el río Bravo, ya no desemboca en el Golfo de México; ni el río Amarillo, de China, llega al mar desde el año 2000. Asimismo, el río Suchiate redujo su cauce en un 50 por ciento en este año; y en Tampico, Tamaulipas, se reportan intrusiones salinas del mar porque los ríos Tamesí y Pánuco redujeron su volumen al desembocar al Golfo de México.
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De igual forma, y sin ir muy lejos, hace tiempo que los ríos San Francisco y Alseseca, en Puebla, ya no tienen flujo permanente, cuando eran los responsables del 70 por ciento de dotación de agua para la ciudad, proveniente de La Malinche. Hoy, ambos ríos están entubados y contaminados con aguas residuales.
El río Mixteco nace en Oaxaca por la conjunción de los ríos Tlaxiaco y Juxtlahuaca, se interna en Puebla en donde se junta con el río Atoyac y, allí, forma el Río Balsas, en la comunidad de San Juan de los Ríos, en Chiautla de Tapia.
La cuenca del río Mixteco comprende 716 mil 700 hectáreas, su trayecto es aprovechado para riego y abasto de agua para las comunidades. Destacan la Presa Yosocuta, que abastece de agua a Huajuapan de León y, la derivadora de Mariscala de Juárez, en Oaxaca.
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Muchas comunidades se han beneficiado con el agua del río utilizada para la producción de maíz, sandía, melón, hortalizas y frutales como mango, mamey, chicozapote y zapote negro, plantados en la ribera.
Antes, el agua era subida por noria, que son unas “ruedas de la fortuna” hechas de varas, a las que se ponían cubetas o cántaros periféricos y eran movidas por la fuerza del río para subir el agua a canoas y llevarla al terreno. También se utilizaban bombas de gasolina.
El río era muy abundante en pescado bagre y mojarra. Muchas familias obtenían alimento e ingreso de la pesca, sin embargo, la falta de capacitación los llevó a utilizar artes de pesca inadecuadas como lejías o cohetes, acciones que matan masivamente a los peces.
En lo personal, mis principales lecciones de vida las obtuve del río Mixteco, en Xantoxotla, Tecomatlán: “Nada es tuyo hasta que no lo tienes en la mano” o “nunca menosprecies a nada ni a nadie”, fueron grandes lecciones recibidas a través de la pesca. Peces para comer, agua para beber y para riego, aseo personal, lavado de ropa, agua para el ganado, fueron algunos beneficios directos del río.
Sin embargo, el aumento de las necesidades de agua por el crecimiento de la población, la degradación de las cuencas por la deforestación, el aprovechamiento de madera y productos forestales no maderables, las prácticas agrícolas inadecuadas, el pastoreo incontrolado y la sequía creciente de los últimos 23 años, pueden ser la causa de las consecuencias que hoy vemos en nuestros ríos.
También la falta de una política educativa que incluya las necesidades de las familias y comunidades, la formación de los niños sobre el conocimiento, aprovechamiento y manejo de los recursos naturales, una insuficiente política ambiental e hídrica con gran desconocimiento y atención al manejo de cuencas, el abandono del manejo de residuos sólidos y aguas residuales, son parte importante de las causas de la escasez de agua o de la contaminación de las pocas fuentes que aún nos quedan.
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Siempre será mejor sembrar una nueva cosecha que llorar por la que se perdió, y lo que hoy se requiere, es la revisión profunda, alejada de ideologías, sobre lo que hemos hecho y debemos hacer con relación al medio ambiente.
Algo hemos hecho mal para que hoy los principales diagnósticos incluyan cuencas degradadas con ríos secos o contaminados, desaparición de especies animales, pérdida de la pesca, erosión de suelos, pérdida de acuíferos, inundaciones, intrusiones salinas del mar hacia ríos, deforestación e incendios forestales, pastoreo incontrolado, extracción incontrolada de leña, carbón y tierra de hoja, y algo más grave, enfermedades por la contaminación.
Una revisión de las políticas ambientales es muy oportuna ahora que se renuevan la presidencia de la república, el Congreso de la Unión, varias gubernaturas, Congresos estatales y presidencias municipales. En esta revisión no caben temas ideológicos, ni la inútil búsqueda de culpables o de quienes son mejores o iguales.
Las cuencas están degradadas, los recursos naturales se están perdiendo, los ríos se están secando o están contaminados, los bosques se están acabando por tala o incendios forestales, y no hay ni políticas ambientales, ni presupuestos, ni política educativa para atender al medio ambiente.
La sustentabilidad está en grave riesgo.