El precio de la tortilla en México, según diversas fuentes, se ha registrado por arriba de 22 pesos el kilogramo llegando en algunos estados hasta los 30 pesos.
En promedio se estima que entre junio de 2021 y junio 2022 este incremento ha sido superior al 25 por ciento.
Es una mala noticia porque uno de los principales alimentos de la dieta nacional es la tortilla de la que, según el Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL), cada mexicano consume en promedio 56 kilogramos en las zonas urbanas y 79 en las zonas rurales.
Esta situación, en mucho se debe a problemas de producción nacional de maíz debido a las sequías que se han presentado en los últimos tres años, a la disminución de apoyos al campo reflejados en menores presupuestos al sector y en un aumento significativo de importaciones de granos.
No podemos ignorar que en los últimos diez años las pérdidas económicas mundiales por el cambio climático, han alcanzado 200 mil millones de dólares anuales contra solo 50 mil millones en la década de los años 80, de acuerdo con estudios del Banco Mundial (Karla Gallardo, Excélsior 2018).
Los espectros del medio ambiente que amenazan a la humanidad en el siglo XXI, son el calentamiento global, la destrucción de bosques tropicales, la desertificación, la excesiva pesca oceánica y la escasez de agua que ocupa el primer lugar en la lista, especialmente en los países en desarrollo (Montaigne,2002).
Entre 1990 y 2015 la proporción de la población mundial que utiliza mejores fuentes de agua potable aumentó de 76 al 91 por ciento, pero la escasez afecta a más del 40 por ciento de la población mundial y tiende a incrementarse porque más de mil 700 millones de personas viven actualmente en cuencas donde el consumo es superior a la recarga, de acuerdo con la Organización de la Naciones Unidas (ONU).
Mientras el Producto Interno Bruto (PIB) mundial se ha incrementado un 3.4 por ciento anual en promedio durante los últimos 50 años, el costo de los desastres derivados de eventos climáticos extremos, inundaciones, huracanes, heladas, granizadas y sequías, creció en promedio un 7.4 por ciento anual.
Actualmente, 400 millones de personas viven bajo condiciones de sequía extrema y, lo que se considera tierra muy seca, pasó del 15 al 38 por ciento entre 1970 y el 2011. Las áreas no aptas para la siembra de maíz se incrementarán sustancialmente entre 2010 y 2025, señalan estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
La mitigación y la prevención del cambio climático siguen siendo grandes ausentes de las políticas públicas y compromisos gubernamentales en México y los diferentes países.
Hacen falta políticas públicas educativas, energéticas, ambientales, productivas e hídricas para mitigar y revertir el calentamiento mundial que amenaza a la humanidad. Es tiempo de acelerar la adopción de energías limpias no
contaminantes, incorporar a los contenidos educativos la problemática del cambio climático, hacer un manejo y aprovechamiento racional del agua, suelo, vegetación y fauna.
Según la CONAGUA, al 30 de junio 2022, el 47 por ciento del territorio nacional se encuentra en condiciones de sequía y el 20 por ciento en condiciones anormalmente secas, afectando a 570 municipios en 26 cuencas hidrológicas.
La falta de agua, el reducido tratamiento de aguas residuales, las sequías recurrentes, la desaparición de acuíferos, la contaminación de ríos con aguas negras y residuos sólidos y, la ausencia de una cultura de manejo, cuidado y aprovechamiento racional del agua, son parte importante de una problemática creciente.
Ante esta problemática y una lista mayor de necesidades sociales, no se puede concebir que las mayores prioridades de la agenda política nacional sean hoy la reforma al Instituto Nacional Electoral (INE), la sucesión presidencial y las elecciones del 2024 que en varios estados están ocupando el tiempo y dedicación de funcionarios que debieran estar ocupados en sus responsabilidades.
Un Pacto entre productores e industriales de la masa y la tortilla, un Acuerdo Nacional por el Agua y, un Compromiso para revertir la crisis climática deberían ser prioridades en la agenda nacional.
Pero, creo que lo de hoy es el 2024. A nadie importa lo que pase con las necesidades sociales, económicas y ambientales.
Me gustaría estar equivocado y que la realidad sea otra.
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