El próximo miércoles 7 de junio en el municipio de Molcaxac, Puebla, se firmará el Convenio de Cooperación Técnica entre la Coordinación Estatal de la Dirección General de Educación Tecnológica Agropecuaria y Ciencias del Mar (Dgetaycm) de la Secretaría de Educación Pública (SEP), a cargo del capitán Raymundo Mata Contreras, y el Centro de Innovaciones Agroalimentarias y Tecnológicas Puebla A.C. (CIAT) México, que me honro en dirigir.
Los principales objetivos del convenio Dgetaycm-CIAT son el establecer parcelas demostrativas para promover el rescate de la milpa mexicana, impulsar el cultivo de praderas de temporal para mejorar la alimentación del ganado, y tecnificar el cultivo de caña de azúcar, todas estas tareas utilizando biofertilizantes para una agricultura más ecológica en la Mixteca Poblana y el Valle de Tehuacán.
Participan en este esfuerzo, los Centros de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA) de Molcaxac, Zinacatepec, Acatlán, Chietla, así como el Instituto Tecnológico Agropecuario (ITA) de Tecomatlán. En cada uno de ellos se instalará una hectárea de milpa mexicana y una de pasto Mavuno, ambas con biofertilizantes. En Chietla, ubicada en la región del ingenio azucarero Atencingo, además se agrega una hectárea de caña de azúcar también con biofertilizantes.
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Este convenio suma esfuerzos técnicos, tecnológicos y materiales de las empresas mexicanas, tales como semillas El Caudillo, que aporta la semilla de maíz; biofábrica Siglo XXI, que proporciona los biofertilizantes; y la empresa brasileña Wolf, con la semilla de praderas tropicales.
La firma de este acuerdo adquiere pertinencia en el marco de la estrategia de la Dgetaycm para adoptar la educación dual de sus educandos, con la experiencia desarrollada en Alemania. Los estudiantes deben cubrir un tiempo de su formación trabajando en empresas de su ámbito profesional.
La vinculación Gobierno–Escuela–Empresa–Productores, es una fórmula indispensable para la mejor formación de los futuros profesionistas, lo que les permitirá ser más conocedores de la realidad para atender los problemas de la productividad sustentable.
La milpa mexicana es una asociación de maíz-frijol-calabaza que los campesinos hacían en la época prehispánica para asegurar las cosechas. Así, en los años buenos en lluvias podían cosechar de todo, pero si había sequía al menos obtenían calabaza y frijol, por ser cultivos más rápidos. Este método de cultivo fortalece la seguridad alimentaria familiar e incluso llega a duplicar los ingresos en comparación al monocultivo de maíz.
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Con el tiempo esta forma de cultivo ha ido desapareciendo por la falta de servicios técnicos, capacitación, asesoría e insumos, y por las recurrentes sequías cada vez más intensas por el cambio climático. Ante ello, se plantean acciones de rescate a través de la formación de técnicos y profesionistas que vengan a cubrir este vacío de las políticas públicas.
En la misma línea se encuentra la alimentación del ganado, uno de los problemas más añejos de la ganadería y de gran actualidad por el cambio climático, porque no hemos sido capaces de convencer a los ganaderos de darles la categoría de cultivos a los pastos con los que se ha alimentado el ganado en las áreas cerriles, desde la llegada de los españoles.
Una historia similar tiene la degradación de los suelos por malas prácticas agrícolas y por la predominancia de una cultura extractiva que por décadas cultivan las cosechas, sin devolver los residuos y abonos para mantener el equilibrio nutricional.
Hemos perdido la tierra fértil, la materia orgánica y hasta los microorganismos del suelo. Hoy no solo requerimos detener la degradación, también recuperar la materia orgánica y los microbios. Por ello, la propuesta de usar abonos a base de microrganismos, como los biofertilizantes, es ya muy necesaria.
Y, no hay mejor forma de capacitar y transferir tecnología, que hacerlo por la vía demostrativa en la que los jóvenes y sus padres puedan verlo en vivo y compartirlo con los demás fuera de las aulas en sus regiones de influencia. El 50 por ciento del nuevo conocimiento se obtiene de ver lo que otros están haciendo. Hemos perdido muchos años compartiendo teoría sin práctica.
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La escuela es el espejo de la comunidad y si queremos que algo pase en los pueblos, hay que decirlo y hacerlo en las escuelas, con proyectos piloto demostrativos como el primer gran paso.
Por ello, agradezco a Raymundo Mata y a los directivos y personal docente de las escuelas participantes, por este modesto pero importante acuerdo para hacer las cosas diferentes y con ello formar mejores técnicos para el desarrollo agroalimentario.