Aqualandia, un país donde nunca falta el agua. No me refiero a la India, cuyo estado de Megalaya tiene el récord Guinness por ser el lugar más lluvioso del mundo con 11 mil 873 milímetro anuales, muy superiores a los 4 mil milímetros de Cuetzalan, en Puebla, o Tapachula, en Chiapas, ambos en México.
Contrario a ello, Arica es una comunidad del norte de Chile, ubicada en el desierto de Atacama, en donde tan solo llueven 0.76 milímetros al año.
Cabe destacar que cada milímetro equivale a un litro de agua por metro cuadrado.
Aqualandia, un país donde nunca falta el agua, es un caso especial y un ejemplo mundial de unidad y civilidad, cooperación y hermandad, con un gran respeto por el medio ambiente y sus recursos naturales en donde la máxima de “uno para todos, y todos para uno” era una norma diaria.
Sugerimos: El río Mixteco y la degradación de las cuencas
Aunque solo llueven 750 milímetros anuales, cantidades promedio que caen en cualquiera de los 200 países del mundo, en Aqualandia se entendía muy bien el valor del agua porque más de la mitad de su territorio era árido y semiárido, y la mayor cantidad de agua estaba en el sur-sureste.
Habían conocido y aprendido muy bien la lección de grandes culturas que desaparecieron por la sequía como Teotihuacán, que floreció entre el año 100 a.c y 650 d.c. Por ello, antes de entrar en pánico por un destino semejante, mejor tomaron medidas de fondo con oportunidad. Había planeación efectiva y una gran cultura de cuidado, manejo y aprovechamiento del agua.
Por eso, la educación ambiental de los niños en Aqualandia iba más allá de solo enseñar la fórmula H2O o el ciclo el agua, más allá de solo describir la importancia de los árboles y los bosques para tener oxígeno; se educaba para que los niños conocieran los recursos naturales de su comunidad y las formas racionales de aprovecharlos para una vida mejor, alejándolos de cualquier uso extractivo y excesivo como lo hacían los países vecinos.
No había tala ilegal, ni aprovechamientos de recursos al margen de la ley; no existía pobreza, ni la necesidad de sobrexplotar los recursos para no afectar el futuro de las nuevas generaciones. Todos los problemas de las familias eran inmediatamente abordados en la escuela para que, con la capacidad creativa e innovadora de las comunidades académicas, se encontraran soluciones entendiendo perfectamente que la escuela es el espejo de la comunidad y su mayor centro de sabiduría e innovación. La vinculación escuela – comunidad era un gran ejemplo.
Recomendamos: Día Mundial del Agua, las experiencias de Puebla
Con el apoyo de políticas públicas, nunca se quebrantaba el equilibrio ecológico. Aunque los niños de primaria tardaban más de 12 años en empezar a tomar decisiones públicas, sabían que la basura se debe poner en recipientes, no en la calle, que se clasifica y recicla, por lo que no se veían rellenos sanitarios saturados y, por ningún motivo, había basura en las barrancas, ríos ni mares.
Cada árbol que se cortaba en los bosques se reponía por diez, no había tala ilegal ni caza incontrolada de especies animales. No había pastoreo incontrolado en los montes. La tierra de hoja se respetaba y la elaboración de carbón era con técnica. Los bosques guardaban la lluvia y alimentaban los manantiales para que en los centros de población siempre hubiera suficiente agua. No habían inundaciones y los pozos que abastecían a la población se mantenían sin variaciones porque el manejo de cuencas era oportuno y preciso.
Dejar la lluvia en la parte alta para su infiltración y recarga de los acuíferos se enseñaba desde kínder.
La agricultura se practicaba como era originalmente, sin voltear la tierra para no perderla por erosión, manteniendo altos niveles de materia orgánica producto de dejar parte de los residuos de cosecha sobre el terreno para evitar la evaporación de la lluvia y al descomponerse, la materia orgánica aseguraba la capacidad de retención de agua en el suelo y servía también de fertilizante para el siguiente cultivo. Cuando se llevaban los residuos para alimentar a su ganado, los devolvían como abono a los terrenos en el siguiente ciclo.
Nadie quemaba los residuos agrícolas para no restar fuerza a las tierras, la caña de azúcar se cosechaba con máquinas y todos los residuos se incorporaban al suelo. Sabían que al quemar, afectaban al ambiente.
La pesca, por su parte, era practicada ordenadamente. No se permitían artes de pesca inapropiadas o destructivas como el cohete, la electricidad, legías o herbicidas. Solo se aprovechaban los peces grandes y, al igual que la caza, se respetaban estrictamente las épocas de reproducción.
Lee más: Cuarenta mil millones de metros cúbicos de agua contra sequía en México
Había políticas hídricas con amplios presupuestos para garantizar el aprovechamiento directo de la lluvia en las zonas urbanas y rurales. La recarga natural de los acuíferos era complementada con recarga artificial, tenían riego tecnificado en todas las unidades de producción agrícola y bombeo con paneles solares en agua potable, tratamiento y riego agrícola. La jardinería sin riego con especies resistentes a sequía en áreapúblicas urbanas era muy común, aunque se quejaban algunos por las espinas de algunas plantas utilizadas.
Los comités del agua siempre estaban apegados a la ley y eran un gran ejemplo de operación comunitaria.
No había en Aqualandia desperdicio de agua en las ciudades. Las redes de conducción se reponían cada 50 años y las pérdidas eran menores al 10 por ciento cuando los países vecinos estaban por arriba de 50. Todos pagaban el servicio de agua. No había concesión del servicio a particulares.
No había un solo litro de agua residual sin tratamiento y reúso. Todos los procesos industriales en las fábricas incluían tratamiento y reutilización del agua. Los ríos se mantenían cristalinos con su biodiversidad original, la gente que vivía cerca no tenía ningún riesgo a su salud. El turismo era una de las mayores fuentes de riqueza.
Por todo lo anterior, Aqualandia era el mejor país; mejor que Israel, Canadá y muchos países de Europa que tienen una gran cultura del agua y medio ambiente.