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Tully… correr, concebir y tropezar…

Por Julieta Cerezo

En 2007 una generación de jóvenes se enamoraba de una sarcástica, audaz y teen mom llamada Juno (Ellen Page), la película homónima (cuyo nombre en México fue Juno: correr, crecer y tropezar) retrataba el gracioso y singular embarazo precoz de la adolescente de 16 años. Juno hablaba con su mejor amiga a través de un teléfono FIJO con forma de hamburguesa y es que apenas ese año el iPhone sería lanzado.

 

A lo largo de 96 minutos, la historia de amorEL PRIMER AMOR – entre Juno y Paulie (Michael Cera) eclipsaba la complicada situación que estos “no novios” atravesaba pues de su inexperiencia y único encuentro sexual, Juno quedaba embarazada, al final, la consciencia y la bondad ganan, la pareja decide dar en adopción al bebé pero retoman su vida y se convierten en una pareja real.

 

Detrás de esa historia, literalmente la “diabólica” mente de la guionista/ escritora / ex estríper, Diablo Cody (pseudónimo con el que el mundo conoce a Brooke Busey Hunt), se consolidaba como una creadora literaria diferente, que lo mismo podía burlarse de las películas de ciencia ficción estilo gore que de los fracasos de la vida adulta (Jennifer’s Body y Young Adult).

 

A más de una década de que Diablo nos presentara a Juno, se estrenó Tully, que con el característico humor de la guionista y bajo la dirección de Jason Reitman (también director de Juno y Young Adult), explora las dificultades y sacrificios de la maternidad en esta época.

 

En Tully, Charlize Theron encarna a Marlo, una madre / trabajadora / esposa / hermana / mujer al borde del colapso, que espera a su tercer hijo y cuyo segundo hijo tiene una vida complicada (nadie sabe decirle que tiene pero es tratado como si padeciera alguna discapacidad mental), aunado a ello, Marlo se esfuerza por ser una esposa comprensiva.

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Desde el primer minuto de la película, Theron quien es imagen de Dior se muestra transformada y logra esconder sus bellas facciones detrás de los más de 20 kilos que subió para hacer la película, luce totalmente desaliñada y cansada.

 

Pero el problema de Marlo no es la maternidad, el desgaste y depresión post parto en el tercer y segundo embarazo, la quiebran hasta que una niñera llamada Tully, comienza a trabajar para la familia y transforma a Marlo en una relajada y perfecta ama de casa.

 

Hasta aquí, la historia pareciera una pastelada hollywoodense más pero pequeñas señales alertan al espectador de que algo no está bien y todo el milagro que rescata a Marlo de su infernal existencia, no fue más que el resultado de un colapso emocional.

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Así, Tully se suma a la lista de películas que exploran de manera cómica los enredos de la mente humana, sin recurrir a la ridiculización de Marlo y, al mismo tiempo, logra enseñarle al espectador que la depresión o el cansancio emocional no deben ser tomados a la ligera.

 

Como esta película, otras más han explorado al ser humano del siglo XX y XXI, asediado por la presión, el sueño americano u obsesionado con la perfección, el ser humano que puede ser juzgado y malentendido porque carece de “filtros” al hablar o actuar, el ser humano que hasta en las últimas décadas comenzó a ser comprendido y atendido.

 

En otra época, cualquier rasgo de “altanería excesiva”, tristeza sin aparente razón o cualquier mal que no tuviera una expresión física tratable, condenaba a “su víctima” a una vida en el manicomio o como un marginado social.

 

Desde que el cine fue creado, los embrollos de la mente fueron retratados pero a partir de la década los noventa la comedia dramática cobijó a personajes entrañables que a su muy particular manera pedían ser escuchados y comprendidos.

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Mel (Jack Nicholson) era un aparente viejo gruñón, exitoso como escritor pero un completo fracaso en la interacción social, la causa: su trastorno obsesivo compulsivo. As good as it gets (Mejor… imposible) retrataba la perfectamente disfuncional relación que se da entre una bondadosa mesera /madre soltera con Mel y su vecino, un pintor homosexual que lucha por ser respetado.

 

Pero definitivamente es Mel, quien con sus múltiples rituales (obsesiones características de su trastorno), retrata el complicado día a día de quien debe vivir siempre el mismo día o, de lo contrario, podría colapsar.

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En años recientes, el director David O. Russell presentó a una pareja de singulares personajes en Silver Linings Playbook (Juegos del destino), cinta en la que Patt (Bradley Cooper) y Tiffany (Jennifer Lawrence), reconstruyen sus vidas a partir de los altibajos emocionales que los encontraron. Por un lado, Patt sale del psiquiátrico por casi matar al amante de su esposa (con quien se obsesiona y desenamora a lo largo de la trama), y por el otro, Tiffany, una joven viuda que lidia con la muerte de su marido con la única herramienta a su alcance: sexo y promiscuidad.

 

Sin embargo, el proceso de “sanación” de Tiffany ha sido casi terminado cuando se enamora de Patt, por lo que recurre “a la locura” y obsesión de Patt con su esposa para pasar más tiempo con él, algunas lecciones de baile y unos enredos, desembocan en un amor positivo para ambos, que únicamente necesitaban de alguien que entendiera “su locura”.

 

En un corte similar, Tully es una llamada de alerta para todos los padres y todos los hijos para reconocer el rol primordial de las madres y de las complicaciones que el día a día y la familia pueden traer para ellas. Y es que en la pantalla, los directores y guionistas retratan problemas verdaderos de manera jocosa, sin ser irrespetuosos, pero que de no ser atendidos o detectados en personas reales podrían tener consecuencias catastróficas.

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