Luego del fatídico día en que el presidente sentenció que Loret “gana más que él” o luego del día en que se justificó por el hecho de dar a conocer los ingresos del periodista, estaba ya tocando los tambores de guerra.
Recordemos que en la mañanera tranquilamente afirmó que “¡Cómo no dar a conocer esta información si este señor se dedica a golpear, no sólo al gobierno, no sólo el presidente, sino el proyecto de transformación”.
Palabras más o menos, pero con todo respeto al señor presidente, nunca debió salir a la defensa de su hijo José Ramón López Beltrán y mucho menos exhibir los ingresos de un ciudadano mexicano.
Si fuera funcionario no tendría problema, pero Loret no es funcionario público, ni lo ha sido como para utilizar la “transparencia” en sus recursos. Definitivamente, el presidente está abusando de su poder. Alguien debería explicarle cómo funcionan las cosas y que por supuesto puede incurrir en el delito.
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Recordemos que, todo inició el pasado 28 de enero, cuando Carlos Loret exhibió las costosísima casonas y vehículos a nombre de Carolyn Adams, esposa de José Ramón López Beltrán e hizo referencia a los contratos multimillonarios -en dólares- reconocidos por Pemex con la empresa petrolera cuyo ejecutivo es el dueño de la casa del hijo del presidente. Este fue el origen del problema, obvio, fue un hecho que no gustó en nada a los seguidores de la cuarta transformación y mucho menos al presidente.
Días después sin pensar, analizar y seguramente sin consultar con asesores en comunicación política, el presidente López Obrador utilizó el escenario de la conferencia de prensa mañanera para presentar un power point y enviarle una advertencia a Loret de Mola.
Nunca imaginó la respuesta del periodista ni de sus opositores que de inmediato bajo el #TodosSomosLoret, sumaron miles de likes y por supuesto en la nueva arena política vía redes sociales hicieron suyo el acontecimiento.
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No era el hecho de ser Loret o no ser Loret, sino se vio como afloró el hartazgo de los ciudadanos por exhibir las incongruencias y abusos con los que viven muchos integrantes de la 4T.
En minutos las redes sociales se volvieron una alerta, marcaron de inmediato el pulso social. Todo era un tsunami informativo. En unas cuantas horas el hashtag se volvió tendencia. México estaba atento a los tuitazos, a los comentarios y a los seguidores.
Sin lugar a dudas, el debate en Spaces de Twitter por el caso de Loret rebasó el millón de oyentes en 10 horas.
Analistas nacionales afirmaron que había roto el récord de audiencia a nivel mundial. Si bien es cierto que el evento fue convocado por la Sociedad Civil México, con fecha del pasado 11 de febrero a las 5 de la tarde. En el momento en que Loret intervino, alcanzó a más de 63 mil personas que incluyeron a voces de todo tipo: ciudadanos, conductores, periodistas, políticos, artistas entre muchos otros.
Podemos concluir que muchos #NoSonLoret, pero cuando el presidente cometió el gravísimo error de subirse a la arena comunicativa, cruzó una línea muy peligrosa. Muchos ciudadanos nos sentimos agraviados pues el mensaje estaba implícito “si te excedes, en el caso Loret tienes la respuesta”.
A partir de este momento, siguen sumándose voces en apoyo al periodista y por supuesto, desde el gobierno federal se han publicado desplegados firmados primeros por las gobernadoras morenistas y ayer por todos los gobernadores de la 4 T.
Luego de ello, sigue sin pasar nada, pues no es sólo el hecho de la vida que lleva José Ramón López, sino la serie de investigaciones en torno a los documentos que seguirán siendo exhibidos y debieran ser aclarados, ahora sí “por el bien de todos” (sic).
Lo más grave de todo este caso es la línea tan delgada que ha cruzado el presidente al violentar la confidencialidad de un mexicano, llámese Loret o llámese como quien más te guste. Sin duda alguna, México está viviendo tiempos nuevos.