Keren Reyes
Estos días, nuestra ciudad se ha visto marcada no solo por la continuación de los procesos electorales, sino por las apenadas notas de ola de asaltos y atracos.
Nuestra Ley Penal en el Estado, marca de ocho a veinte años a estos delitos y de doce a veinticinco años, cuando esté armado quien lo realice o sean varios sujetos quienes participan de tal conducta.
Por su parte el Código Nacional de Procedimientos Penales no lo estipula pero sí hace referencia a los medios violentos con que se cometen los delitos para la aplicación de la prision preventiva como medida cautelar.
Motivo por el cual, la sociedad considera una puerta giratoria la implementación del sistema penal adversarial, al ver en libertad a quien hace unos momentos golpeó en el transporte público para despojar de sus pertenencias a los pasajeros.
Muchas veces los asaltos y atracos acaban con las vidas de personas, cuya intención solo era realizar sus actividades cotidianas; ya sea al peso de los muertos que oprime la cabeza de los vivos de Marx o la palabra de los muertos de Zaffaroni, nos enfrentamos a una polÍtica criminal mediática y no cautelar.
La consigna de la crímínología mediática, según la cual a mayor represión corresponde menor libertad y mayor seguridad, impulsa una política que procura un control que neutralice políticamente a la población excluída o marginada a costa del sacrificio de muchas vidas humanas.
No todo debe estribar en aumentar penas a los delitos que más se cometen, como una forma de mantener a la sociedad más tranquila y así capotear el problema de seguridad a la que deben hacer frente nuestras autoridades.
Pareciera que toma el control de nuestra seguridad quien comete los delitos, al tener perfectamente estudiados los posibles resultados de un proceso penal y decidir los momentos en que deba actuar.
Zaffaroni refería: “Nos cuidamos del ladrón y no nos damos cuenta de la violencia que crece en nuestra familia”
Parecería algo trillado, pero la realidad es que debemos reforzar como sociedad la fase de la prevención del delito, desde cada uno de nuestros circulos personales.
No debemos pensar en la reinserción como la cura a todos los males, sino aguzar los oídos a la prevención para atender oportunamente lo que dicen las personas y no esperar a que hablen los muertos.
Foto: archivo MTP