2° INFORME DE RESULTADOS SERGIO SALOMÓN, DOS AÑOS JUNTOS DOS AÑOS PRESENTES

Buen inicio de semana tengan todos nuestros apreciables lectores…

Suena a hipocresía que la sociedad se lleve las manos a la cabeza cuando se plantea el debate de la sexualización cada vez más temprana de la infancia, sobre todo de las niñas.

Una sociedad que dice que observa pasmada las fotos que las adolescentes y preadolescentes cuelgan en sus redes sociales, la ropa que visten, el maquillaje que aparece cada vez más pronto. Solo con observar alrededor queda claro que los más jóvenes beben de un mundo en el que se ha producido una hipersexualización generalizada, donde la sexualidad se ha puesto en el centro con unas connotaciones muy concretas.

En los vídeos musicales, la publicidad, las series o la moda aparece en muchísimas ocasiones este telón de fondo de la hipersexualización (sobre todo de la mujer), los cuerpos como reclamo y como mercancía. En este contexto, en una cultura también muy visual, todo ello se ve exaservado por las redes sociales y el uso que hacen de ellas los chicos y chicas cada vez más jóvenes. Una red social mediatizada indica por la imagen, ya que esta misma se proyecta la que estructura las relaciones y la convierte en una medida del éxito.

Desde edades muy tempranas se atisba el peligro de crecer bajo la falsa creencia de que el éxito social está vinculado a la imagen y se corre el riesgo en estas edades de perder una serie de valores fundamentales como la espontaneidad, el disfrute o la creatividad.

En los niños se percibe menos porque en este mundo de la infancia se trasladan también los roles de género de los adultos, pero las niñas sí que pueden acabar a la larga actuando como objetos sexuales, es decir, asumir un sistema de relaciones de género en el que ellas están para agradar al varón.

La traslación al mundo de los más jóvenes de esta sociedad hipersexualizada afecta al desarrollo natural de las etapas de la vida, altera el crecimiento durante la infancia, indican los expertos. Las niñas sobre todo aparecen situadas en una falsa madurez que no entienden, rodeadas de mensajes de contenido sexy que puede desembocar en una falta de seguridad, en la construcción de jóvenes frágiles que se sentirán obligadas a librar una batalla con su cuerpo en busca de un ideal inexistente.

Hablar de una sociedad hipersexualizada no es hacerlo desde la mojigatería. Se entiende que la sexualidad es libertad y es necesaria también una información sexual adecuada para los más jóvenes. Asimismo, la adolescencia tiene un pulso reivindicativo que se expresa también en las formas de vestir, un momento en el que se producen cambios físicos, la propia imagen cobra importancia y es lógico querer gustar. Pero esto no es sexualización.

La sexualización consiste, según un informe del Parlamento Europeo, en un enfoque instrumental de la persona mediante la percepción de la misma como objeto sexual al margen de su dignidad y sus aspectos personales.

“La sexualización supone también la imposición de una sexualidad adulta a las niñas y los niños, que no están ni emocional, ni psicológica, ni físicamente preparados para ello”.

La influencia negativa de la sexualización en la autoestima, puede llevar a trastornos de alimentación de base psíquica; pero sobre todo, de que este peligro de auto-objetualización “incrementa la posibilidad de conductas agresivas hacia las niñas”.

Degradar el valor de la mujer, contribuye a un incremento de la violencia contra las mujeres y al refuerzo de actitudes y opiniones sexistas que a la larga acaban derivando en discriminación laboral, acoso sexual e infravaloración de sus logros.

Asimismo, se debe destacar la preocupante incidencia e incremento del número de niños y niñas que acceden a internet a edades cada vez más tempranas, lo que supone también avanzar el primer contacto con la pornografía.

La hipersexualización de la sociedad es un hecho, pero también se debe remarcar que a la par crece la conciencia crítica y la denuncia. Tuvieron repercusión internacional las críticas a Vogue cuando utilizó en el 2011 a una modelo de diez años con ropa y poses de mujer adulta. Desde entonces, la publicación se comprometió a no utilizar modelos menores de dieciséis. En una escala muy distinta, hace unos días las redes reaccionaban contra un disfraz infantil de enfermera sexy que se vendió el año pasado en Madrid España.

Es evidente que no toda la sociedad compra esta hipersexualización, pero también es obvio que los mensajes se encuentran por todas partes y, por tanto, se filtran en todas las edades. El contexto en el que se produce esta hipersexualización es un:

“Mercado libre y sin límites que ha entendido que los cuerpos de las mujeres son una mercancía de la que se extraen plusvalías necesarias para la reproducción social de los patriarcados y el capitalismo neoliberal”.

Este discurso patriarcal, no solo reclama la vuelta de las mujeres a la vida doméstica y la exaltación de la maternidad, sino que apela también a la sexualidad femenina. Se apropia de la libertad sexual de los años 60 y 70, pero vista como un “derecho natural” de los varones. Y se rediseña así el ideal de feminidad incorporando elementos explícitos de sexualidad. Bajo el paradigma de la libertad sexual lo que se produce es una ampliación del “marco de derechos masculinos”.

Pero esto ya no es suficiente, pues en gran medida las progenitoras de las infantes en mucho han contribuido al dominio masculino ubicando a las niñas en el mercado de los cuerpos, empero al ser esto un comentario muy riesgoso acotare hasta aquí mi comentario.

Lo anterior se tenía que decir y se dijo.

Nos leemos la próxima semana.

Por Yván Vargas/ @LAWNAVY 

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Keren Reyes

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