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El legado de las mañaneras

López Obrador deja un modelo de comunicación oficial para la posteridad: seis años de gobernanza hipermediática convertida en un espectáculo de posverdad y guerrillas culturales.
Columna de Académicos Ibero Puebla: Círculo de Escritores
Imagen de columna de Círculo de Escritores Créditos: Diseño MTP Noticias

Por Roberto Pichardo Ramírez

La última conferencia matutina de Andrés Manuel López Obrador concluyó con una rifa. El mandatario, que prometió regalar su reloj para demostrar que él no usa accesorios de lujo, organizó un último sorteo entre la prensa. Después, dos números musicales: Beatriz Gutiérrez Müller (en video) y un grupo veracruzano (en vivo). Y al final, el guateque en el Zócalo. Cortinilla de salida.

Durante mil 438 días hábiles, el ya expresidente mexicano protagonizó un espacio de comunicación pública sin precedentes en la política nacional: una tribuna de gran alcance que llevó a muy diversos rincones de México y el mundo la auditoría endogámica de la Cuarta Transformación. Por supuesto, quienes recordamos los días de escuela sabemos que cuando te autoevalúas siempre buscarás ponerte 10 en todo.

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Tan rápido como inició transmisiones, la mañanera pasó de ser el tan anunciado ejercicio de permanente rendición de cuentas a convertirse en una escuela de ciudadanía cuatroteísta, colmada de lenguajes y simbolismos que pendulean entre la Cartilla Moral y la Biblia. En el guion de este programa no había lugar para medias tintas: estas a favor o en contra. Era un show que conocía a sus audiencias y las echaba a pelear al dar tema a los detractores y empoderar a los simpatizantes.

De ahí que los ratings fueran tan llamativos: de acuerdo con el periodista Jorge Bravo, cada día al menos 10 millones de personas se enteraron de lo que dijo López Obrador desde su trinchera en Palacio Nacional. La emisión final de la mañanera sumó 1.06 millones de reproducciones en YouTube seis horas después de transmitirse, y los ecos de cada comparecencia se convirtieron en elementos obligados en las agendas de medios informativos y redes sociales. De 2018 a 2024, México habló sobre su presidente más que nunca en la historia.

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El programa matutino número uno también debe su éxito al amplio elenco que acompañó al anfitrión. Si hiciéramos una ilustración con inteligencia artificial con todas las personas que fueron mencionadas por el Ejecutivo durante sus más de 4 mil300 horas frente al atril del Salón Tesorería, podríamos llenar la portada del icónico Sgt. Pepper’s… de los Beatles unas veinte veces.

Muchas de estas personas destacaron como adversarios del movimiento obradorista. Desde la tribuna de Palacio Nacional se señaló a periodistas, activistas, actores, deportistas, comediantes, diplomáticos, académicos, líderes de Estado, empresarios y hasta tuiteros ordinarios. El ágora de pluralidad que prometió el mandatario se ahogó entre la polarización intolerante y desinformada de ambos bandos.

Entonces, apareció Ana García Vilchis con su sección de los miércoles, “Quién es quién en las mentiras”, para darnos una lección semanal de posverdad: sin fuentes contrastadas ni discursos fundamentados, señaló a las voces críticas —muchas de ellas legítimas— y las acusó de golpistas. Así, sin más. Porque lo digo yo.

Ante ello, periodistas de la talla de Jorge Ramos, Nayeli Roldán y Reyna Haydee Ramírez buscaron hacer contrapeso. Aun así, la prensa fue uno de los gremios más golpeados por la retórica de las mañaneras. El caso más emblemático es el de Lourdes Maldonado, periodista que le expuso al presidente su miedo al acoso por parte de grupos delictivos y cuya vida fue arrebatada unos meses después. A ella se unen otros 45 periodistas asesinados en el sexenio, y al menos 179 agresiones a medios e informadores, según lo reportó Artículo 19.

Las conferencias matutinas dejan un legado importante que ya ha tenido diversos ecos en gobernadores de Morena, la oposición (con Xóchitl Gálvez y su #MañaNeta) y la propia Claudia Sheinbaum, que ya presentó la Mañanera del pueblo.

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La nueva presidenta de México tiene la oportunidad de redirigir la narrativa confrontativa y llamar a la reconciliación social. Sin embargo, su discurso en la transmisión del Poder Ejecutivo deja entrever que no tiene intenciones de hacer cambios significativos. Después de todo, y como nos enseñó La casa de los famosos, a veces la gente solo quiere más de lo mismo cuando enciente la tele, el radio o YouTube.
Doctora, estamos al aire.

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